Hay textos que, con el paso del tiempo, se difunden y dan más de qué hablar y pensar, sobre todo por el impacto que generan. Porque remueven los escombros de una moral estática y de un tiempo que se ha detenido en la fantasía de tener definidas todas las certezas. Cuentos que tienen un detalle tan real que trastocan los regímenes cotidianos que se nos imponen.

Algo de ese estilo sucedió con “Quienes se marchan de Omelas”, cuento escrito por Ursula K. Le Guin. Esta autora tiene características interesantes en su escritura de ciencia ficción: absorbe problemáticas presentes en el planeta Tierra y las lleva, de manera exacerbada, a planetas ficticios, para afectarnos con las potencias de los problemas que habitamos día a día. De cierta manera, su combinación de ciencia ficción con la crudeza de aspectos reales de las comunidades humanas (el género, la responsabilidad, la moralidad) hace que haya una extrañeza (in)familiar al acercarse a sus narrativas: nos presenta el horror que disminuimos para hacer nuestras vidas menos intolerables.

Con el cuento compilado por el Grupo anarquista Novena Ola, K. Le Guin nos arroja a un asunto biopolítico, más que sólo ético: el precio de la felicidad. La premisa de “el sacrificio de uno por el bien de todos” es, en resumen, la base de la (in)estabilidad anímica de la sociedad de Omelas. 

¿Por qué postulo que es biopolítico? Porque, de cierta manera, hay afecciones abismales y disciplinarias que se movilizan en los/las habitantes de Omelas, en torno a una figura central: un infante, de quien no se tiene mayor información, y que aislan en una habitación oscura, en donde no recibe socialización más que la precisa para alimentarle, darle de beber y ser visitado, como un espectáculo tétrico de las potencias famélicas y de abandono al que estamos expuestxs. Quienes habitan en Omelas, y que festejan y gozan de sus vidas pacíficas y sus festividades rimbombantes, están al tanto de eso, y parte de la unidad que se sostiene, podríamos decir, se relaciona con la complicidad de este secreto. La complicidad de saber que en una de sus perfectas casas, de su perfecta ciudad, hay un crimen sucediendo, hay torturas abriendo una fisura en la utopía que parecía describirse en las primeras páginas del cuento.

Podría ser también el miedo. Miedo de ser las próximas víctimas de un régimen que asume que para la utopía y la paz siempre se necesita un espacio de vulneración, precarización y castigo. Un cuerpo milimétricamente abandonado, como ejemplo de lo que cualquiera puede sufrir, para asegurar una economía disciplinaria.

A mi parecer, esta situación es una exaltación del régimen punitivo actual, en donde se asume que, para que exista cierta estabilidad, es necesaria la existencia de un sistema penitenciario, de una institucionalidad volcada a lo prohibitivo, de un sistema tecnologizado de vigilancia, que muchas veces nos expone a ser simples datos. Que nos hace renunciar a la posibilidad de nuestro anonimato y privacidad a cambio de la idea del resguardo, que es una idea tan primitiva del Estado como lo que planteaban los primeros contractualistas sobre el rol de esta entidad. El neo-Leviatan se levanta. La falsa certeza de que necesitamos sacrificar algo importante para poder recibir una vida digna de ser vivida es la que sostuvo tanto las monarquías tanatopolíticas, como las democracias bio y necropolíticas actuales.

Sin embargo, en el caso de Omelas, es mucho más salvaje, porque nos enfrenta con aquello que buscamos no pensar. El ser infante que está sufriendo ante la indiferencia, como el infante en Gaza que está siendo asesinado, o el infante que es explotado laboralmente por las marcas de vestimenta, o el animal no humano que está siendo criado para ser exterminado, o todas las especies de flora y fauna que están siendo depredadas, o todas las fuerzas no-humanas con las que compartimos ecosistema y que están siendo despedazadas bajo una ficción de progreso.

¿Podría ser que vivimos en una ciencia ficción capitalista que es tan horrorizante, que preferimos leer ciencias ficciones de otros planetas para huir del propio?

¿Podría ser que seamos nosotrxs quienes se quedan en “Omelas”, bajo la complicidad mortuoria de este secreto, o que nos marchamos hacia formas de devenir que escapan de la confrontación transformadora?

El segundo cuento presente en el compilado de Novena Ola es “Quienes se quedan y luchan”, de N.K. Jemisin. Emula, igualmente una sociedad utópica, llamada Um-helat. En ella, las festividades existen y también reina el jolgorio, pero bajo un despliegue biopolítico totalmente distinto al de la indiferencia: la vigilancia constante de parte de toda persona de la comunidad, que se vuelve justiciera en situaciones de discriminación del tipo que sea. Algo así como la exaltación de la intolerancia con la intolerancia. Este cuento intenta mostrar que, a diferencia de Omelas, no hay sólo dos vías: quedarse y ser cómplice, o huir sabiendo lo que sucede y no haciendo nada por cambiarlo. Habría una tercera vía: la disciplina colectiva para mantener a la sociedad controlada buscando evadir cualquier forma de opresión. Sin embargo, la paradoja aquí es algo similar a lo que ha sucedido con los gobiernos de nuestra historia, que comenzaron con sueños de comunismo y terminaron siendo dictaduras autoritarias o capitalismos de estado: ¿cómo ser comunidades disciplinadas, sin ser comunidades disciplinarias que llevan esto al extremo en su búsqueda por alcanzar la utopía?

En Um-helat existe la figura de “trabajadores sociales”, personas con uniformes que tienen mayores potestades a la hora de confrontar situaciones de riesgo, y que, de una u otra manera, sostienen un rol policial. ¿Puede una sociedad enunciarse libre, sabiendo que su libertad se sostiene desde la prohibición?

Ambos cuentos, desde la ciencia ficción, nos muestran las posibilidades que se pueden dar ante situaciones que, pareciendo ajenas, resuenan similares con muchas de las situaciones que se dan dentro del capitalismo mundial integrado. Y el desafío que nos dejan es buscar soluciones situadas, coherentes con cada comunidad. En Omelas, tenían las suyas. En Um-helat, tenían las suyas. ¿Cuáles tendremos nosotros? Esa es la invitación que, interpreto, se extiende desde este compilado. ¿Podremos optar por las dos vías del cuento de K. Le Guin, por la tercera vía de Jemisin, o existirán múltiples otras, que podemos imaginar gracias a las abstracciones que nos permite la ciencia-ficción-no-tan-ficción?

 

Quienes se marchan de Omelas & Quienes se quedan y luchan (2024). Grupo Anarquista y Editorial Novena Ola.

 

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Pamela, persona que cruza las tres décadas y que habita una corporalidad discapacitada, es docente de filosofía, diplomada en mediación cultural y estética situada, y ha publicado libros junto a Adynata ediciones y SyC. Igualmente, se dedica a la poesía (escrita y la videopoesía), y sus áreas de interés, experimentación y divulgación fluyen entre el capitalismo, la biopolítica, el psicoanálisis, las potencias de la ausencia y la muerte, y las distopías del futuro que ya está aquí. Enfocada en la filosofía continental y la creación conceptual para investigar, interpretar y transformar la “realidad” que se nos impone.