La ciudad de Buenos Aires siempre fue una fuente de inspiración para los escritores. Un poeta una vez la llamó “La Reina del Plata” por el Río de la Plata, al lado del cual se sitúa. Buenos Aires es como una heroína a la que los poetas le dedican sus trabajos. Un poeta dijo: “Al caminar por sus calles, en cada piedra o molécula de asfalto, encontramos un motivo para meditar sobre la vida”. 

Buenos Aires es la ciudad donde nací y donde viví toda mi vida, y aunque me quejo de muchas de sus características cada vez que puedo, si estoy fuera de ella por más de 2 semanas empiezo a extrañarla. Como dice el proverbio, “La distancia hace que el corazón extrañe”. Empiezo a tener repentinos flashes de la ciudad, sus barrios, sus calles, y a idealizar cada detalle, aún esas cosas que encuentro molestas cuando estoy ahí: como la queja constante y el hecho de que todos tienen algo que decir sobre todo, y lo van a decir te guste o no, ofreciendo opiniones y consejos no solicitados a cada pequeña oportunidad.

Mucha de nuestra identidad literaria puede rastrearse a la década de 1920. En Buenos Aires había dos grupos literarios que tomaron sus nombres de barrios de la ciudad y crearon una identidad literaria para la ciudad y sus habitantes. Se llamaban Florida y Boedo. Florida, por un lado, adquiere su nombre de una calle que solía ser muy aristocrática y elegante. Sus miembros eran bastante elitistas, porque seguían una estética de vanguardia, conectada con la escena literaria en Europa, especialmente  París. Borges es el más conocido de sus miembros, pero tuvo escritores igual de importantes como Oliverio Girondo, Ezequiel Martínez Estrada, Bioy Casares, Victoria Ocampo, Ricardo Guiraldes y Norah Lange.

El otro grupo, Boedo, también se refiere a una calle, pero una calle en un barrio que solía ser de clase obrera, donde los habitantes eran mayormente inmigrantes de Italia. Defendían una estética realista y estaban a favor de los trabajadores y la justicia social. Pensaban que el arte debía estar conectado con la conciencia social. Fueron enormemente influenciados por escritores rusos como Gorky y Dostoievsky.

El grupo de Florida estaba a favor de la pureza del idioma español, no querían que fuera invadido por palabras extranjeras, especialmente si estas no venían de Francia. Los miembros de Boedo, que hablaban una mezcla de italiano y español llamado “cocoliche”, los acusaban de elitistas y de mantener el arte en un lugar ideal, separado de la realidad social. Grandes escritores nacieron de esta confrontación. Ambos grupos publicaron revistas literarias y organizaban tertulias literarias y encuentros en los innumerables cafés de la ciudad.

De Boedo salieron escritores como Leónidas Barletta, Elías Castelnuovo, César Tiempo y Roberto Arlt.  Este último es mi favorito. Escribió obras de teatro, novelas y creó un nuevo género de artículo llamado “aguafuertes”. Eran como retratos de personajes y hábitos tradicionales de los “porteños”, como se denomina a los habitantes de Buenos Aires. También era un inventor loco que  patentó un tipo de medias para mujeres que eran adhesivas, lo cual por supuesto no funcionó.

En una de sus “aguafuertes”, Arlt escribió sobre el hábito de vagabundear, típico de los porteños: “Los extraordinarios encuentros en la calle, las palabras que se oyen, las tragedias que se saben. Y de repente la calle, la calle pura que parecía destinada a ser una arteria de tráfico con veredas para hombres y pavimento para bestias y autos, se convierte en una vidriera, aún mejor, un escenario grotesco y espantoso donde, como en las pinturas de Goya, los poseídos por los demonios, los ahorcados, los embrujados, los locos bailan una danza infernal”, y luego “la ciudad desaparece. Los negocios, los carteles de neón, las casas, todas esas apariencias agradables para los sentidos se desvanecen para dejar flotando en el aire amargo las raíces del dolor universal... He llegado a la conclusión de que aquel que no encuentra el universo en las calles de su ciudad, no va a encontrar una calle original en ninguna de las ciudades del mundo”. También escribió sobre los cafés de Buenos Aires, diciendo que son refugios donde los porteños pueden sentarse por horas, mirando por las ventanas abiertas, simplemente mirando la gente pasar.

Hay tantas imágenes de Buenos Aires como de sus habitantes. Jorge Luis Borges escribió un libro  sobre la ciudad y en uno de sus poemas menciona: “Pienso que no es verdad que Buenos Aires comenzó, creo que es tan eterna como el agua y el aire”. Por otro lado, Silvina Ocampo, una escritora que quedó, de alguna forma, a la sombra por ser la mejor amiga de Borges y la esposa de Adolfo Bioy Casares , escribió sobre la ciudad como si fuera una prostituta. 

Incluso tenemos nuestro propio Ulysses: Leopoldo Marechal.  Escritor de estas vanguardias que realizó una versión porteña a la cual  llamó Adán Buenosayres, como el nombre del personaje principal que se pasa un día  y una noche vagando por Buenos Aires y hablando de los lugares y personajes tradicionales de Buenos Aires en los años 60. Especialmente aquellos que vivían en barrios residenciales, donde las amas de casa solían hacer las compras a la mañana y chusmear con los vecinos y tenderos, como el carnicero y el verdulero. El libro contiene mucha de la filosofía de los porteños que habla de la angustia que sentimos sobre el pasado y el futuro, siempre considerando que la felicidad y la tristeza van de la mano, nunca capaces de disfrutar las cosas como son y sintiendo todo, lo bueno y lo malo, de manera extrema. 

Manuel Mujica Láinez dijo que Buenos Aires es una ciudad plural, que nunca es la misma y cuya variedad, para quien la conoce, puede hacerlo sentir cerca del abismo. 

César Fernández Moreno, por su parte, escribió: “Soy argentino de la peor y mejor manera, soy porteño, Buenos Aires aquí estoy, no puedo vivir sin los pulmones empapados de tu aire”.

Mucho ha pasado histórica y socialmente desde 1920 hasta ahora y han cambiado la ciudad y su gente drásticamente, como ocurrió con uno de los fenómenos más importantes  de la ciudad, los shoppings. Beatríz Sarlo, una socióloga argentina, los comparó con los templos y mercados de la Italia romana, donde había oradores y audiencia, políticos y gente común. En los shoppings los ciudadanos también tienen roles diferentes, algunos compran, otros simplemente miran y admiran. En una ciudad que se ha convertido en una jungla, los ciudadanos encuentran refugio en esta superficie de plástico y cristal. Inevitablemente, la identidad se está mezclando con el resto de las grandes ciudades del mundo.

Yo también he cedido a la tentación de escribir sobre Buenos Aires. Los escritores de mi generación tienen una mirada melancólica de la ciudad como un lugar que ha perdido su inocencia y, como en otras grandes ciudades cosmopolitas, hay gente viviendo en las calles, pidiendo plata o revolviendo la basura. A pesar de eso, los porteños se rehúsan a dejar la ciudad, y aquellos que se van, a menudo vuelven. 

 

Fotografía de Leonel Burrows. Buenos Aires, Argentina. 2024. Fuente: No Ordinary Eyes, Facebook Group.

 

 

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Victoria Cáceres (Buenos Aires, 1968) es Licenciada en Letras de Universidad de Buenos Aires, y escribe ficción y ensayo. Su obra ha sido traducida al inglés, coreano, malayalam, uzbeco, italiano, ruso y chino. Fue elegida escritora internacional en residencia en International Writing Program, Iowa City, USA (2004); en Shanghái Writing Program, Shanghái, China (2014) y en HALD, Viborg, Dinamarca (2015). Sus obras publicadas incluyen: “El baño turco” (cuentos, 1997); “La fuga de Pollock” (novela, 2014), “El corazón cansado” (novela, 2017); “La Retina Infiel” (2018) (novela finalista del VIII Concurso de Novela Contacto Latino), Ohio, USA; y “Doméstico Banal” (novela, 2019). En 2022 publicó su primer ensayo, “Los papeles de Juan Carlos Mauri”, una biografía de su abuelo, escritor miembro del Grupo de Boedo, una de las vanguardias argentinas de 1920 cruciales para la historia literaria argentina.

 

Cáceres vive en Buenos Aires, Argentina.