Por Tomás Vergara.

1. El libro en cuestión se llama Teoría del polen, su autora es Victoria Ramírez y fue publicado por Provincianos Editores en octubre de 2021. 

2. La editorial decidió pintar las tapas moradas y el lomo rosado. 

3. Lo primero que vemos en la portada es la silueta de una jaula para aves, o bien, la de una campana cerrada, o quizá trata de un pequeño invernadero transparente que podría vivir en la mesa del comedor o colgar cerca de la ventana de la cocina. Por su parte, dentro de la silueta hay cuatro plantas con sus respectivas flores, unas de color amarillo y otras, con un pigmento entre el rojo y el rosado. Alrededor, cuatro insectos: mariposas, polillas, un coccinélido y otro que no logro identificar. Afuera, otros cuatro insectos parecen volar o detenerse para siempre. 

4. La portada está enmarcada por una geometría de rombos y líneas. Pienso que las figuras podrían ser las celdas de un panal, diseñadas con ese orden necesario, natural, acorde a la forma en que la naturaleza nos conmueve con su simetría. Por su parte, en la contraportada se posan otros cuatro insectos, los cuales hacen compañía del texto de María José Ferrada. Leemos lo siguiente: "... hay escalas poemas que no distinguen segundos de siglos. Desde esa grieta nos asomamos a la teoría del polen". Al abrir la portada, me doy cuenta de que también hay insectos en las solapas y no puedo evitar pensar en un mosquito atrapado por una planta carnívora.

 

Teoría del polen. Victoria Ramírez. Provincianos Editores.

 

5. El libro se divide en tres partes: inflorescencia, polinización y fecundación. No hay más títulos que los que nombran a estas secciones, quizás porque se trata de poemas, que, cómo las plantas, "escogen la lengua" para rebelarse y parecen brotar desde más allá de la hoja en blanco, buscando la luz. ¿Será que las hojas blanquecinas no son otra cosa más que una terrible oscuridad en negativo?

6. Algunos poemas presentan un carácter expositivo, prosaico, refieren hechos históricos, invocan nombres de naturalistas y de sus obras, de sus intentos de indagar en el mundo vegetal. Otros son, claramente, poemas, aunque, en ocasiones, la disposición de los versos parece exigir otra forma de leer, una suerte de antesala muda en que todas las palabras entran, al mismo tiempo, en la mirada; una visión de conjunto que nos recuerda que "el verdadero lenguaje es la omisión ... Una planta no miente si guarda silencio". Es necesario, entonces, detenernos, perdernos un momento ante ese tejido en el que se cruzan diversas, posibles direcciones, hasta que nos vamos orientando y recordamos que las raíces siempre se dirigen hacia el centro, hacia abajo, y así vamos leyendo, encontrando, después del silencio, versos que saben "decir las cosas tal cual suenan".

7. Aquí lo vegetal no es tan solo un espacio desde el que evocar la cada vez más presente añoranza por un ritmo reposado, por otra forma de habitar el tiempo, distinta a lo impuesto por el frenético ajetreo del engranaje neoliberal. Si bien la mirada de la autora se detiene en ese "aprecio sin reparo del tiempo", en aquellas "semillas / demoran años / nada apura / ni siquiera / la ansiedad de la belleza"(17), no se queda ahí, sino que sortea el lugar común, evitando así caer en ese elogio voluntarioso y melancólico a una lentitud que se puede confundir, peligrosamente, con la inacción. Se detiene, también, en las "espinas, venenos y secreciones pegajosas" (16), en que los "mosquitos / incrédulos caen / en la trampa / ... / brillosa / de la / carnívora"(36), en aquel momento "Cuando una flor se reproduce aprisiona al insecto y espera que la fecunde" (32), en aquellos "tropezones de maleza / manotazos de los tallos / zarcillos que intentan / aferrarse a los muros" (29) de una casa abandonada, es decir, en "la violencia de las plantas" que "hacen lo que sea con tal de expandirse"(9). Y es desde ahí, desde esa observación que se despliega lentamente, aflora algo que se parece a la esperanza, pues "si la máxima es crecer en espiral / la verdad un día se despeja". 

8. Ese algo radiante, fulgurante, diáfano, está ahí, en el libro, y también afuera, ya que, mientras existan sintonías, alianzas, corazonadas, intuiciones; mientras contemplemos la música con todo el cuerpo, con "una línea de baba en el oído / un regalo / tibio que da / el verdadero amor a las plantas", mientras sepamos que aún se pueden ver lúcumas silvestres, araucarias volcánicas, alerces, mariposas del campo, existirán, entonces, los poemas.

 

Victoria Ramírez.