Una fotografía del año 1974. En Helsinki, en el marco de un acto de solidaridad con Chile, un niño finlandés sonríe. No mira a la cámara y sólo avistamos su distraído ojo izquierdo, pues, el derecho, se encuentra debajo del afiche que, con ambas manos, sostiene. “Chilen kansa ei ole yksin”, es la frase que se lee en la parte superior de la pancarta. Su traducción: “El pueblo chileno no está solo”. La imagen que contiene el afiche, sin embargo, guarda un rotundo contraste con el niño sonriente: una niña con la mano en la boca, los ojos bien abiertos y la mirada suspendida en el tiempo. Su expresión, así, nos saca del instante fotográfico, nos aleja de Finlandia, para traer a la memoria el panorama de violenta oscuridad que, en aquellos momentos, se incrustaba en el tejido social de un Chile sumido en el horror que provocaba la dictadura de Augusto Pinochet, iniciada el año previo a la captura de la que hablamos, en 1973, y que extenderá su represión hasta 1990. 

 

Helsinki, Finlandia. en septiembre de 1974, durante un acto de solidaridad con Chile. Fotografía de Luis Astorga Schneider.

 

Describo esta fotografía, la que está en el centro de la portada de Finlandia para siempre (2024), crónica autobiográfica de Luis Astorga Schneider, por la relevancia que toma en el texto y la antítesis que ella evoca. Finlandia, país que, en sus ecosistemas forestales, halló el camino hacia la mejora social: el equilibrio entre el cuidado, el cultivo y la cosecha de valores humanos. Chile, país sumido en una dictadura, despojado de todo plan de mejora propuesto en el gobierno de Salvador Allende; territorio ultrajado hasta las vísceras, que se alejó dando pasos acelerados hacia la violencia, el estado de sitio, el exilio, la privatización de la vida y, junto con ello, asistió al desvanecimiento de un proyecto político-social integrador. 

Finlandia para siempre es un libro que se asoma desde una vereda poco visibilizada en el debate hegemónico de la historia: el sector forestal. Recorremos, así, un relato testimonial, el de Luis Astorga Schneider, ingeniero forestal que, en los años de la Unidad Popular, ocupaba el puesto de encargado de Planificación Forestal en el Comité de Industrias Forestales de la CORFO, quien vivenció en primera fila la cooperación de Finlandia hacia Chile en cuanto a, por un lado, planes de mejoras de bosques y plantaciones que generasen una riqueza natural renovable y, por otro lado, mejoras en las condiciones de vida de los trabajadores forestales. Sin embargo, en los albores de dicho proyecto, conocido como "Plan de Desarrollo Forestal a Corto, Mediano y Largo Plazo", ocurre la tragedia dictatorial, y tras la persecución política, Astorga Schneider se ve forzado al exilio. Esta crónica, por tanto, es una que tiene como motor el sufrimiento, pero también una profunda gratitud, pues su autor, que sin esperanzas se ve obligado a abandonar su país, encuentra en Finlandia un pueblo solidario, que con los brazos abiertos acogió tanto a los lejanos visitantes como al fisurado contexto nacional que cargaban en sus maletas. 

Sabemos que la memoria no se detiene, que es movediza y voluble, dispuesta siempre a la voluntad de quien la articula, pero que, ineludiblemente, dentro de sus pilares se encuentra el acontecimiento vivo. Esto, Luis Astorga lo entiende a la perfección. Su crónica no rehúye de la recreación, de un punto de vista que ha madurado con los años, y tanto se ha mantenido en el proceso, que ha necesitado ser escrito, ser arrojado en forma de palabras aun sin tener vocación escritural. En este relato orgánico, los recuerdos de una época álgida salen a flote como un volcán que aparenta ser una inofensiva montaña, pero cuando se activa, desde el interior de la tierra, se desborda una lava ardiente gestada hace años. Preguntas como “¿Por qué Chile, un país extraordinariamente dotado por la naturaleza y muy rico en recursos naturales mantiene a una proporción tan grande de su población marginada de beneficios y derechos básicos?” o, “¿Cómo se puede amar un territorio o un país que no es posible de recorrer libremente?”, constituyen el magma de este libro. Un reclamo de la naturaleza. 

Hay, entre sus páginas, un gesto de recuperar aquel proyecto detenido por la tiranía, exponerlo e intentar plantar la semilla del cambio, un aliciente para evidenciar que el sector forestal chileno puede estar en función del ecosistema y no direccionado exclusivamente hacia el mercado. A su vez, es posible percibir una profunda introspección, una búsqueda, un intento de comprender el despojo que se carga y que, quizá, jamás deja de habitar el cuerpo. 

“El fantasma del golpe militar nos perseguía en todos los aspectos de la vida, de día y de noche, en nuestras conversaciones y también en nuestros sueños”. Estas palabras de Luis Astorga confirman que el exilio, entonces, es otra temática que teje el escrito, como un estado de desacomodo permanente, una de las formas más violentas de suspensión, incluso anulación, del continuum que llamamos vida.

Cristina Peri Rossi, mujer que sabe de exilio, lo describe como una castración, que cuestiona la identidad, desvincula de los orígenes, de la historia particular de una nación, de un pueblo, de una geografía y de una familia. El exilio como una sustracción que tiñe todo de desamparo, que deja en un limbo vital la posibilidad siquiera de encontrar certezas en el yo, puesto que este queda ineludiblemente marcado por un momento histórico, por el horror que todavía puede divisarse en los rostros que lideran con plena impunidad el sector político. 

En Finlandia, los niños aprenden sobre la naturaleza no a través de libros ni manuales, sino que, mediante la circulación libre, el cuidado y el respeto profundo de aquel ecosistema que permite la vida. Así, rápidamente se hacen observadores y exploradores expertos. En Chile, aún hay zonas de sacrificio. Los niños no pueden conocer el territorio libremente, porque está, en su mayoría, cercado y explotado, aprenden lo que ya escasea, respiran un aire que contiene arsénico o, en lugares como Escuela La Greda en Puchuncaví, reconocen más las intoxicaciones e impunidad que el resguardo de sus derechos. En Chile, la historia pudo haber sido diferente. Si la cooperación de Finlandia y el Plan de Desarrollo Forestal no se hubiesen rechazado, las generaciones que tienen en sus venas, en su sangre, los rastros de la contaminación tendrían una vida normal. Sin embargo, el mercado y sus políticas, de manera intempestiva, llegan hasta la autodestrucción. 

Finlandia para siempre, es un llamado a la reparación, un llamado tan íntegro, que contempla entre sus alegatos al ecosistema que nos rodea y a la historia que cargamos en nuestro interior en forma de ramificación traumática, una que se expande cada vez más mediante la memoria transgeneracional. Ahora, para cerrar este escrito, vuelvo a la pregunta que Luis Astorga plantea en el libro: ¿Cómo se puede amar un territorio o un país que no es posible de recorrer libremente?

 

Finlandia para siempre (2024). Luis Astorga Schneider. Editorial Cuarto Propio.

 

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Camila Torres Maldonado es Licenciada en Lengua y Literatura por la Universidad Alberto Hurtado. Forma parte del equipo editorial de Revista Phantasma.