Bruno Lloret (2016)

 

Bruno Lloret (Santiago, 1990) es un escritor, investigador y pintor chileno. Licenciado en Lingüística y Literatura con mención en Literatura Hispánica por la Universidad de Chile. En 2014 gana dos menciones honrosas en el prestigioso Premio Roberto Bolaño: una en la categoría de Poesía con su texto Alba, y otra en la de Novela con Nancy. Un año después, este último texto sería publicado por Editorial Cuneta, teniendo buena recepción en la crítica y siendo reeditada múltiples veces hasta el día de hoy. Recientemente, la novela fue reeditada en 2021 por Dharma Books (México) y Editorial Candaya (España), además de ser traducida al inglés por Ellen Jones para Two Lines Press (Estados Unidos). En 2018 publica con Overol Leña, su segunda novela.

La siguiente entrevista fue llevada a cabo por los miembros de Revista Phantasma: Benjamín Hernández Bastarrica y Víctor González Astudillo, siendo el primero quien articuló las preguntas, mientras que Víctor fue quien facilitó el diálogo entre las dos partes. En ella, Bruno reflexiona a propósito de Nancy, así como en torno a su recepción e influencia desde su primera publicación en 2015. Se habla de los intereses particulares del autor a la hora de escribir, sus futuros proyectos, así como también se especula respecto a las nuevas formas de escritura emergentes y el futuro de la literatura en tanto disolución de fronteras. 


 

Benjamín: Tu primera novela, Nancy, desde un inicio que ha tenido harta atención: ganó una mención honrosa en el Premio Roberto Bolaño de 2014, un año después fue publicada en Cuneta, ha sido reeditada varias veces, y, aparte de esto, ha tenido una buena recepción tanto por parte del lector común como del crítico, así como en general dentro de los círculos académicos. Por dar un ejemplo concreto de esto último, algo que me llama harto la atención es que la novela a pesar de ser tan reciente —tiene menos de diez años—, en el repositorio de la Universidad de Chile ya pueden encontrarse hasta tres tesis de pregrado que hablan sobre ella. Entonces, nuevamente y para introducir el tema, me gustaría preguntarte por qué crees tú que pasa esto. Es decir, ¿qué crees que haya en Nancy que la haga tan particular y tan interesante tanto para el lector común como para el lector más especializado? ¿Qué crees que sea aquello que cautiva al lector, o que le impacta más una vez finalizada su lectura?

Bruno: Bueno, gracias por la pregunta, es una pregunta amplia. Yo creo que habría distintas formas de responderla, así que yo creo que voy a ensayar razones que se me ocurren como muy al buleo. 

Primero que la novela se sitúa como en un futuro cercano, pero al mismo tiempo se retrotrae a un pasado cercano, en el sentido de que la novela juega un poco con los últimos cuarenta años, o un poquito más —Nancy nace supuestamente en 1990—, pero abarca este espacio de tiempo que, curiosamente, quizá agrupa un tipo de gente que está leyendo, gente que quizá nació desde 1960 en adelante y que convocaría en el fondo a estas distintas generaciones en relación a este lapso de tiempo que todos convivimos: los noventa y los dosmiles.  Eso también tiene que ver con que trabaja un imaginario que no es único; es decir, Nancy no es ni la primera ni la última novela que va a hablar del desierto o de situaciones fronterizas, o de situaciones de desplazamiento, o de subalternidad, etc. Por ejemplo está Camanchaca, de Diego Zúñiga; y hay una novela que pasó sin tanto ruido que me parece fundamental, que se llama Bagual, de Felipe Becerra. Bueno, y deben haber muchas más. 

Entonces, yo creo que este grupo de novelas que abordan este tipo de mezcla, que sería como un paisaje del país fuera de la capital, y la juventud o la infancia, y aspectos un poco terribles de la experiencia humana, como la enfermedad, la niñez, la religión, el desempleo; todas estas novelas se hacen cargo de un tipo de literatura que no se estaba escribiendo hasta entonces, creo yo. Llegan y se instalan como un grupo de novelas, diría yo. ¿Por qué la novela en sí, la mía, Nancy? Quizás porque tiene un aspecto gráfico bien llamativo: el uso de las cruces llama la atención. Tanto a la gente que quizás no lee tanto y lo encuentra interesante de por sí, y por supuesto a la gente de la universidad, que se dedica en general en los estudios literarios a investigar cualquier cosa que se halla escrito y publicado como ficción, y en este caso las cruces llaman la atención sobre un montón de, diríamos, como niveles o aspectos de un texto literario: puntuación, relaciones entre escritura y oralidad; el aspecto más gráfico de la novela, que incluso introduce aspectos como el aspecto digital de las maquetas de las novelas hoy en día. Y luego también el aspecto de las imágenes, de la fotografía. De hecho, ahora hace poco un investigador chileno, el Patricio Alvarado, acaba de terminar su tesis doctoral acá en Barcelona y habla sobre la relación entre imagen y texto, el lector y la literatura reciente en Latinoamérica. No menciona Nancy, menciona otras novelas, como por ejemplo El sistema del tacto, de Alejandra Costamagna, entre tantas otras. Y plantea que claro, en el fondo la relación entre imagen y texto dentro de estas novelas recientes tendrían que ver o explorarían el aspecto del certificado de presencia, en términos de Benjamin. Si una fotografía, o la inclusión de una fotografía, particularmente dentro de un texto literario, buscaría de cierta manera utilizar ese supuesto, como, material de realidad que tiene una fotografía, para reciclarlo o utilizarlo como ficción. Entonces, por ejemplo, yo podría incluir cualquier imagen, una foto cualquiera que encontré en un anticuario, y podría inventar un texto a propósito de eso. El hecho de que el texto ficcione sobre la foto, hace que la foto y su potencia de realidad sea redireccionada a cualquier lado. Entonces, quizás por ese lado también, algo interesante de la novela que comparte con muchas otras novelas es que tiene la capacidad de ficcionar aquellos documentos visuales —y discursos también— de realidad que se creen no ficción. En este caso, por ejemplo, la religión, o la ciencia —como en la parte de la novela en donde se habla del bicho-flor—, o las radiografías. 

Entonces, creo que eso es llamativo para la academia. Y para la gente que no lee académicamente, de por sí la novela quizá es llamativa por la historia que cuenta, la cantidad de eventos que suceden, la densidad de la historia en su brevedad, y también la manera dinámica en cómo está estructurada la fragmentariedad de la novela. No sólo hay capítulos cortos que van en distintas direcciones, sino que dentro de cada capítulo a veces hay distintos, diríamos, focos de narración. A veces narra en dos párrafos treinta años de su vida, y a veces se detiene mucho más en un evento particular. Yo creo que ese dinamismo, como ese montaje con las cruces y el juego de las citas bíblicas, lo hacen un texto muy entretenido pa’ leer. Muy ágil, quizá. Y lo suficientemente oral también como para que parezca incluso que alguien te está conversando de su vida. 

Yo creo que esas son algunas de las cosas que se me ocurren que podrían hacerla una novela tan advertida para públicos tan “disímiles”.

 

Benjamín: Una de las cosas principales que mencionaste, de hecho, por ejemplo, este tema de la tesis de Patricio Alvarado, esta investigación en la relación entre texto e imagen, y todo lo que te explayaste en ello, es súper conveniente porque de hecho la siguiente pregunta tiene que ver con eso. Claro, tu escritura, al menos en Nancy, se constituye de una manera bastante particular, pero no solamente refiriéndonos a las X que inundan las hojas, sino también a este uso tan común que haces de elementos paratextuales. Como mencionaste, desde las radiografías, hasta estos logos que adjuntas, o esta imagen del hongo o la bacteria, hasta incluso las tarjetas de identificación que llevan los mormones. ¿Hay alguna razón específica por la que se da tanto esta confluencia entre lo textual y lo visual, entre texto e imagen? ¿Hay una tesis o una inquietud por parte de ti detrás de esta práctica?

Bruno: Sí, absolutamente. Yo creo que la gracia del libro en sí, o este espacio, digamos, del texto en el mundo de las imágenes, es que, de cierta manera, unifican los distintos, diríamos, "regímenes” de representación y realidad de cada uno de estos tipos de imágenes. Es decir, por ejemplo, la novela cuando dice "y conocí a los hermanos", y se presentaron, y te muestran las placas de los mormones, de cierta manera busca mostrar un poco lo chistoso que es la particularización de un grupo de individuos que son como pareja primero, pero luego como mormones en sí, al menos en Latinoamérica, que son sumamente, no estereotipados, sino como uniformes. Ironiza un poco con la uniformidad y la singularidad en el caso de la placa de los mormones. Esta placa que te muestran sería algo así como su certificado de que ellos son miembros de esta iglesia. 

Pero luego el logo del chancho, por ejemplo, juega o se ríe un poco con la idea de la felicidad del animal en un complejo agroindustrial. En el fondo, detrás del logo de Super Pollo, donde está el pollo vestido de huaso y el choclo, en verdad hay un matadero. Y luego también la posibilidad de que una imagen como una radiografía, de cierta manera, pueda decirte algo de ti que tú no sabías, como que te estás muriendo de cáncer y hay algo que está creciendo dentro de ti. O incluso la idea de este bicho-flor y el discurso científico que explica lo que está pasando, como una forma también de poder pensar otras relaciones de la realidad vinculadas a la vida, entre el parásito y el que es parasitado. En general las novelas o los textos de ficción que muestran otro tipo de discursos que hablan sobre la realidad, como el científico o el filosófico —incluso el existencial, es decir, personajes diciéndote una idea sobre el mundo—, a veces recurren a estas imágenes potentes a partir de las cuales uno puede hacer una reflexión sobre la realidad. Casos más claros serían Bonsái de Zambra, donde hay toda una reflexión sobre el árbol bonsái, o una sugerencia de que la idea del bonsái puede estar asociada a un tipo de vidas que pueden vivirse en Santiago, en la clase media; o un tipo de novela también que se puede escribir que es bastante cuidada, mínima, como un bonsái. El asunto es que por ejemplo tanto en el caso de Bonsái como en cualquiera de estas otras posibilidades, estos discursos o imágenes nunca se agotan, o nunca te dicen “esto es así, la vida es como un bicho que es parasitado por una flor que es más hermosa”. Entonces, haciendo una especie de recuento de todos estos momentos en el texto donde hay imágenes, o símbolos o signos que se relacionan con la ficción, en el fondo la idea del libro o la novela como mundo de ficción, que de repente decide mostrarte esto, de cierta manera lo unifica, y en esa unificación —es decir, que da lo mismo si es una foto, o una radiografía, o es un signo o un símbolo de Super Pollo o Super Cerdo, o son placas de los mormones, o es un bicho-flor—, independiente de sus diferencias, la idea es un poco que las cosas que pudieran sugerir, habría que tener cuidado u observar un poco mejor, cómo a veces en la realidad hay ciertos momentos en donde ciertos signos o imágenes se nos ofrecen como posibles resúmenes de alguna totalidad; es decir, la placa del mormón como una totalidad o una muestra de la iglesia entera de los mormones, el bicho-flor como una posible metáfora de la vida, el chancho rey como una ironía. Yo me acuerdo, por ejemplo, de esta marca "La vaca que ríe", que son unos quesitos que tienen una vaca riéndose, y claro es horrible porque las vacas no se ríen. Esta como pretensión humana a veces de poder presentarte signos para esconder otras cosas. Entonces los signos esconden, desplazan o distraen o tratan de resumir tanto que simplifican, y en esa simplificación puede haber un peligro. Entonces la novela quizás por ahí, o el uso de todo este tipo de imágenes o signos pueda reflexionar sobre eso, en la medida en que Nancy como protagonista está perdida, está en la búsqueda de algún tipo de identidad, o de estabilidad o de seguridad, física y simbólica, y estos son momentos donde en la novela quizás quiero mostrar un poco, o acercar a la persona que lee a ciertas experiencias visuales que tiene Nancy, que son quizá importantes, sobretodo porque parecieran ser como sospechosamente cotidianas. 

Porque claro, curiosamente la novela en partes donde pasan cosas interesantes visualmente —como que se te aparezca el rostro de Cristo en el piso, o que se te aparezca un ángel en un socavón—, ahí la novela abandona cualquier forma de presentación de la realidad, porque no se trata de representar la realidad. De hecho, en el segundo caso, cuando Nancy dice que se le apareció algo, lo compara a una radiografía, pero luego rápidamente vuelve a lo que hacía al principio de la novela que decía “veo mis radiografías y no sé qué es”, y hacía unas enumeraciones medio poéticas de cómo las formas que te aparecen en estos borrones radiográficos, sería lo mismo con el caso del ángel, como algo irrepresentable. Pero curiosamente de todas las representaciones posibles, la radiografía ésta como columna me parece bastante… como que yo igual me puedo imaginar al ángel así: en la cueva, como una especie de cilindro de luz fantasmagórico. Incluso aunque la novela —o Nancy— en ese momento no pretende decirte “así era el ángel”, incluso dentro de todas las posibles formas de representar al ángel no me parece una tan loca. Como si tuviese que dirigir la película igual lo haría como algo así: la representación de cuatro dimensiones en tres dimensiones. Como este cubo, que no sé si vieron Hora de aventura, pero en Hora de aventura en un momento juegan con eso, y hay una espada que hace este juego, que sería como un entrecruzamiento de planos. Incluso en ese caso me parecería muy bien. 

Yo creo que la gracia de la ficción, y esto lo hace muy bien Sebald, un escritor alemán que leí ahora hace muy poco, y que me parece muy interesante lo que hace con las imágenes, que se parecía un poco a algunos ejercicios que hacía en Balmaceda Arte Joven con fotos antiguas que encontraba como por ahí y que, después por ejemplo si comparai las mismas fotos de una caja, y las ponís sobre una de esas, vai a empezar a encontrar caras parecidas y todo, podís hacer juegos, juegos de adivinar, juegos de empezar a colocar significados nuevos o diferentes a estos significantes que están sueltos y dispersos. Y por significante puede ser una historia que te dijeron y que la cambias, o una foto o un grupo de fotos sueltas, o el logo de un chancho o lo que sea. Que también un poco es lo que pasa en Leña, pero que es otro ejercicio. Esa novela es un ejercicio totalmente vacío de sentido, pero también en Leña, por ejemplo, ahí uso fotos que encontré en una feria de antigüedades en Budapest, en Hungría. O la cara de la beata Laura Vicuña, y las trato de hacer pasar, como a la beata Laura Vicuña, como una niña esquimal, de cierta manera. Y estas otras fotos como la carrera de motos en un lugar en Siberia, cuando en verdad probablemente en el pasado fue en Austria. 

Yo creo que por ahí va el asunto del uso de las imágenes en la novela. Pucha, la respuesta fue super dispersa, pero yo creo que tocó como varios puntos quizá interesantes. Lo que quizá me interesaría decir es que una novela es como una pantalla que aplana todo, o que iguala. En la novela se igualan distintas formas de visualidad, independiente del régimen de realidad que quieran representar, sea una foto, o una radiografía, o un signo, o un ícono.  

Benjamín: Dentro de lo que mencionaste, hay algo que tiene directa relación con lo que iba a preguntar ahora, que es el tema de la irrepresentabilidad. En base a esta necesidad de evocar lo visual en la novela además de la textualidad, pareciera por ratos que Nancy es una novela que habla sobre los límites del lenguaje. Esto podemos abarcarlo a propósito de su enfermedad: una lectura común que hay de la novela es que las X que plagan las hojas emulan vacíos en la memoria de estas experiencias que no pueden ser contadas plenamente desde el cuerpo enfermo. Entonces, las X son, digamos, esta expresión de la incapacidad del discurso por constituirse —rupturas de la voz, si nos ceñimos a ese modelo oral que dijiste—. Pero también creo que puede referirse a una limitación general de la facultad del lenguaje, en el sentido de que hay cosas que no pueden decirse con palabras. Por ejemplo, se me ocurre esa escena de la novela cuando Nancy, como mencionaste, revisa sus radiografías, y luego menciona como las formas que ve en ellas. Susan Sontag en La enfermedad y sus metáforas, dice que la enfermedad vuelve transparente el cuerpo, en la medida en que las radiografías a la hora en que las vemos nos vemos a nosotros mismos, por primera vez, hacia dentro, nos transparentemos. Entonces, yo me imagino que esta vivencia de la develación del cuerpo de uno mismo, y hacia sí mismo, es fácil imaginarla como algo indescriptible. Cómo definir con palabras esa experiencia de ver literalmente lo que hay dentro, lo que opera, y en el caso de Nancy, también lo que falla, que es lo que constituye el cáncer. Entonces, quizá por eso Nancy cuando ve las imágenes no describe con rigor aquello que ve, sino que más bien describe lo que le evoca: el fondo submarino, los fantasmas, las mariposas, estas máscaras que asoman al abismo, etc. También, otro ejemplo, en el último tramo de la novela, cuando Nancy sigue a Bryan y Josías, los tres contemplan esto que tú dijiste, este fenómeno en el cielo que no se explica, y que Nancy sólo puede explicar en el recuerdo que una radiografía suya le suscita: “un carro de luz, un ángel de cuatro caras, un ovni, una vértebra tensada hacia la luna: todas esas palabras son huecas”, dice. Hay aquí nuevamente una limitación marcada en las facultades del lenguaje y que evoca algo que sólo puede dimensionarse en la medida en que no se enuncia, y que no puede proyectarse ni en el texto ni en la imagen. ¿Consideras Nancy una novela sobre lo indecible, sobre la desmesura propia de cosas como la enfermedad, el dolor y la experiencia religiosa? ¿Hay alguna razón en particular por la cual decidieras entrelazar estos tres temas en la novela con tanta fuerza? ¿o son acaso cada uno inherente al otro, como si se tratase, por decirlo de alguna manera, de un silogismo?

Bruno: Sí, bueno, gracias por la lectura y todo. Concuerdo en general y me resuena lo que dijiste. 

A ver, como para responder en la manera más general, yo creo que los temas que más me interesan en términos de literatura o de cosas que estoy escribiendo tienen que ver con los problemas de la representación, pero también a un nivel ya más profundo los problemas de la experiencia misma.

 

Porque una cosa es tener problemas para representar algo, es decir, por ejemplo, les digo “ayer fui al cerro y se me apareció un ángel”, pero otra cosa es ni siquiera tener problemas para decirles lo que vi, sino tener problemas para entender lo que me pasó. Yo creo que eso toca un aspecto que es común a muchas formas o problemas de la experiencia humana: el problema de la religión, el problema de la enfermedad, el problema del amor, también, pero no porque el amor sea un problema, sino porque el amor vuelve a cambiar tus prioridades y hacerte reconsiderar todo. 

Para mí todos los grandes problemas humanos son, de cierta manera, enfermedades o influencias o formas intensas que vienen a hacerte reconsiderar cómo has estado viviendo tu realidad. Por eso la experiencia religiosa es tan fuerte, porque la experiencia religiosa busca la trascendencia y establecer pautas entre lo puro y lo impuro, o entre el antes y el después y el futuro que vendrá, o incluso la obsesión por el fin del tiempo, etc. La enfermedad es lo mismo: sea una enfermedad total, es decir que te digan mañana “tienes una enfermedad que te va a matar ahora”, o la pequeña olé y cotidiana enfermedad, que es quizá la que más me aproblema ahora. Por eso dejé de fumar, por eso estoy haciendo ejercicio. Tiene que ver con, por ejemplo, que un pequeño dolor de muela, solamente estando ahí, puede hacer tu vida bastante miserable. Incluso esta pequeña miseria constante puede hacerte cambiar totalmente cómo estás percibiendo las cosas. El amor pasa igual, el amor es lo mismo en el fondo. El amor cambia totalmente las prioridades. La convivencia humana, a un nivel más general, que se ve en momentos de desplazamiento, de hacinación, de soledad. Todo lo que podría ser un poco disruptivo para cualquier individuo en torno a lo que ya está haciendo, son experiencias que a mí me interesan explorar para contar. 

Ahora, esto es muy general. Parecería ser que es la experiencia humana en sí. Pero creo que una de las cosas que me interesa son estos dos niveles: los problemas para representar mediante palabras este tipo de experiencias, pero también problemas para representar mediante palabras la experiencia de la experiencia, diríamos, que es otro nivel. Y por eso creo que en el futuro, muchos de los géneros que ahora están muy separados, van a terminar en libros que son verdaderamente interesantes, o que apelan a aspectos de la experiencia humana un poco más universales —aunque sean muy locales—. Son difícilmente reductibles a un género específico. Entonces, por ejemplo, estoy escribiendo varias cosas que me preguntan qué género es, y claro tiene aspectos que podrían ser considerados ciencia ficción, tiene otros aspectos que son súper realistas, pero tiene aspectos de un realismo súper expresionista o impresionista a la vez —como Nancy mismo—, y también tiene aspectos que podrían ser góticos o de terror. El mismo Chespirito para mí es súper gótico. Tiene aspectos, por ejemplo, la vecindad del chavo, el patio de atrás, no sé si se acuerdan que en el Chavo del 8, en la vecindad, hay un patio de atrás que van algunas veces. Para mí ese patio de atrás me provoca mucho terror. 

Entonces, a lo que voy es que en el futuro, o quizás incluso ahora, de las cosas más interesantes que se están escribiendo, indistinguen también estos géneros literarios porque precisamente trabajan en los mismos problemas comunes. 

Para ejemplificar, estoy trabajando en una novela en donde hay un hombre que estudia los órdenes del mundo de acuerdo a la Biblia y cierta tradición escolástica en donde hay categorías muy fijas. Lo que le pasa es que llega gente a vivir con él y esta gente simplemente le desordenan estas categorías, pero no porque sean personas malas, sino porque la vida impone una necesidad distinta. La vida, a diferencia de como se nos ha hecho creer, no es un orden inteligible, o no es algo que se pueda llegar a predecir, sino que pareciera ser que hay algo inherentemente caótico, siempre, en cualquier forma de experiencia. Y nuestra tendencia, como cerebro, es buscar los patrones y la calma, buscar cierta estabilidad, porque necesitamos estabilidad. Entonces, la experiencia de la inestabilidad que llega a poner en cuestión categorías que te constituyen como sujeto y te hacen sentir que erís el rey de la pirámide, eso es muy muy muy inquietante. Entonces, por ejemplo, esta novela se trata cómo en el fuero interno este personaje, que al principio pensamos que es el protagonista, pero en verdad luego nos damos cuenta que claramente puede ser un villano, porque los que él acusa como villanos en verdad son mucho más sensatos, porque son mucho más aterrizados. La novela se trata de cómo este protagonista termina expuesto al desorden de la realidad; la realidad no sería un asunto tan ordenado, sería algo bastante caótico y eso está perfecto. (risas)

Y el otro caso que es una novela que no sé cuándo voy a empezar a escribir, pero tengo el argumento listo. Se trata de que en una nave espacial hay tripulantes que nunca tuvieron adolescencia. Son todos como niños-viejo, como este tipo de infancia perdida donde ven a los adultos y se ríen de ellos y dicen los adultos son súper estúpidos, tienen vicios. Y no sé si se han encontrado con este tipo de niños y niñas que son medios índigo. Bueno, están estos tripulantes índigo, y a uno de los tripulantes le da un ataque de adolescencia, digamos. Entonces ellos no habían nacido en la Tierra, y sabían más o menos de lo que se trataba, etc., el asunto es que después del ataque de adolescencia este tripulante se empieza a relacionar con Youtube en la Tierra y entra al internet de la Tierra y a través del chat empieza a hablar con alguien y se decide convertir al islam. Y en su proceso de conversión al islam se da cuenta que tiene que ser un musulmán que nunca había existido, un musulmán flotando en la nave. Y lo que pasa es que otros tripulantes se empiezan a convertir al islam también; entre ellos, una inteligencia artificial. También en la medida en que vamos avanzando en el chat nos damos cuenta que la persona que está en la Tierra, lo que le está contando, es básicamente que está preso en Suecia, en una cárcel, y que él la trata de pintar como si fuese el mundo del futuro, que es como un lugar con puras vibraciones blancas, muy abstracto, como el islam, pero en verdad es una cárcel en Suecia. Entonces lo que le está contando es cómo en el mundo —en una cárcel— todo el mundo terminó transformándose al islam porque era una forma de hermandad, de comunidad, y de llevar el tiempo. Pero al final de la novela, nos damos cuenta que la persona del chat no existía, que era un bot. Entonces ¡oh, sorpresa!, la pregunta ahí es qué está pasando: este tripulante se convirtió al islam, lo convirtió un bot, y además al lado hay una inteligencia artificial que le dice “no, yo también puedo ser musulmán”, etc. 

Lo que quiero explicar con estas cosas, es que creo que, contrariamente a lo que el discurso de la Ilustración anunció —y esto lo vemos en muchos lados—, la religión no acabó, no murió, sino que se re-convirtió. Y de hecho uno de los aspectos como en términos globales están disputándole o volviendo a ser importantes para los estados-naciones, como formas de identidad paranacionales, diríamos. 

Entonces yo creo que ciencia ficción, novela religiosa, realismo, literatura fantástica, literatura gótica, de horror; todos apelan de cierta manera a las mismas formas de experiencia humana, y creo que explorar eso es, por lo menos para mí, lo que vale la pena, que serían los problemas de la representación de la realidad, y los problemas de la representación de la experiencia de la realidad, que serían dos cosas distintas.

Benjamín: En tu respuesta mencionaste dos proyectos futuros, así que, siguiendo un poco la estela que dejó la pregunta anterior a propósito del lenguaje, una cosa muy particular, tanto en Nancy como en Leña, es que tienes la intención de articular un lenguaje específico para cada texto. En Nancy tenemos esta habla característicamente chilena, infestada de rupturas, deformaciones y silencios, mientras que, en Leña, donde la protagonista es una mujer oriunda de Siberia, la lengua castellana está plagada de errores sintácticos y conjugaciones extrañas. Así que, mi pregunta es si todos tus proyectos narrativos, incluyendo los inéditos, buscan circunscribirse en esta tendencia de experimentación con el lenguaje, ¿crees que parte significativa del valor de una obra tenga que estar necesariamente arraigada al lenguaje concreto en el que se explayan sus discursos? 

Bruno: Sí, gracias por la pregunta. Yo creo que por ahí va el asunto. Llevo haciendo talleres de escritura creativa hace muchos años, de hecho, Víctor fue a uno, que era muy glorioso e intenso, éramos 26 personas, una locura, pero fue increíble porque todos los talleres son altamente experimentales y pruebo cosas que después rehago, entonces, siempre que hago un taller lo replanteo entero a través de otras experiencias. Y otra de las cosas que estamos viendo, este es el primer año que hago módulos anuales largos, es hasta qué punto sabemos sobre las herramientas con la cuales contamos para escribir. Creemos saber cómo funciona nuestro lenguaje, el castellano en este caso, pero la verdad es que no tenemos idea. Sería importante explorar eso para darnos cuenta hasta qué punto la máxima budista, “la forma es el contenido y el contenido es la forma”, se cumple. Hasta cierto punto se cumple bastante, entonces, yo creo que vivimos en una época post-cuentos de Bolaño. Bolaño escribe un tipo de cuento donde resume argumentos, mucho de los cuentos de Bolaño te cuentan el argumento de una manera bastante rápida. Creo que se ha escrito al respecto y tiene que ver con el apuro que él tenía, además lo hace muy bien, cada vez que leo uno de sus cuentos siento que me está contando algo en un café y es algo muy agradable. Se parece un poco al tono que utiliza Alejandro Zambra en este famoso comienzo de Bonsái. “Esta historia empieza, pero no acaba”, etc. Se entiende que es como un juego que hace para llamar la atención sobre la historia que comenzará, pero en verdad la historia de estos personajes es mucho más breve. 

Hasta cierto punto, todas las cosas que estoy tratando de escribir y que me interesan, buscan ciertas relaciones entre la forma y el contenido. Ahora, varía mucho. Nancy es una novela mucho más realista, explora el realismo desde bases realistas, incluso testimoniales. Leña es todo lo contrario, el libro es una especie de exploración profundamente humorística. ¿Qué es lo que pasa cuando alguien lee un texto y qué tanto podemos creer lo que está sucediendo? ¿Qué tanto afecta la distancia que el mismo texto nos propone sobre sus condiciones de realidad/ficción? En ese sentido, Leña es como un chiste fome (se ríe), que a mí me gusta mucho además, disfruté mucho escribirla. Pero ahora, por ejemplo, el año pasado, por un proceso de duelo importante que lleva 10 años dándose, empecé a trabajar un manuscrito que habla sobre el suicidio de mi abuelo, una figura muy potente en mi vida porque me crie con él en mi adolescencia. Él es una especie de niño del siglo XX, sus padres eran profesores normalistas, fue hijo único, lo planificaron para que estudiara medicina, fue internado, era una especie de huérfano de élite. Toda su vida pasó en un internado estudiando, fue el mejor en todo, pero se terminó suicidando, su vida era muy miserable. Parte de esa mochila me la dio a mí, lo cual tiene que ver con mi decisión de escribir. 

En el caso de esa novela, que es algo mucho más personal, que no sé si la publique porque en el fondo la escribí para mis familiares, para hablar sobre el suicidio, ahí los problemas de representación son otros, porque, como inicialmente los lectores son mis familiares, lo que les trato de preguntar es qué tanto ven de su padre, su abuelo, su tío, lo que sea, en este escrito, que sería como mi ficcionalización de la voz de mi abuelo. La novela pasa en un día, mi abuelo se levanta, se le cae un diente y va a trabajar. Él vivía cerca de donde trabajaba, era radiólogo, entonces, mientras va a trabajar él se pierde y pasa todo el día extraviado, con unos calambres en sus piernas, recordando su infancia y otras cosas. Finalmente, cuando llega en la noche, se suicida y luego la novela sigue un poco. Entonces, también va sobre una persona que está deprimida y tiene pensamientos paranoicos, sobre cómo la caída de un diente puede significar el suicidio o la decisión de suicidarse, y qué es lo que pasa en la mente de alguien así durante todo un día, y cómo los recuerdos y lo que va sucediendo en la calle van generando aquella sensación dentro de él, de que no hay salida, de que el suicidio es lo único. Pero, por ejemplo, ahí los problemas de representación y del lenguaje que estoy explorando, o más bien la forma, desaparecen un poco, porque el ejercicio o la motivación de ese escrito pasa más por la terapia y el duelo. En otras novelas, por ejemplo, como esta que te mencioné sobre el astronauta musulmán, es mucho más sobre el aspecto religioso, sobre lo temático, antes que la forma de la novela. En cambio, en la otra, hay mucho de forma. Hay un momento en que este personaje, que está en la casa con una mujer y un niño ciego, descubre cómo llegan plagas, y una de las plagas, hacia el final, son ranas. Aparecen desde un pozo seco, del cual sale mucha agua, en fin, estas imágenes de las ranas, dentro de la novela, se van colando a través de un río que va apareciendo en la forma. Por ejemplo, al principio están los personajes hablando, cocinando, cualquier cosa, y se empiezan a ver pequeños grafemas o marcas de sonido, muy chiquititos, que van creciendo en la medida de que pasa el día. Ya en la noche, la novela dice algo como, “nos sentamos a tomar vino” o lo que sea, “y escuchamos como las ranas salían. Nos dedicamos a escuchar a las ranas”. Entonces, hay un momento en donde la página, como en Nancy por ejemplo, que pasa con las cruces, los sonidos de las ranas [Croac - Croac – Croac] se toman la página, es una forma muy orgánica. De ahí, siguen tres cuadros en cinco páginas donde hay distintos sonidos de ranas con diferentes formas, es una experimentación, algo así como un tejido gráfico, y eso es muy formal, cachái, busca también dar cuenta de ese estupor, o bien, de lo increíble o sobrecogedor que puede ser el estar escuchando cómo un ejército de ranas están alrededor tuyo, toda la noche croando, no sé si han tenido la oportunidad, pero es bien increíble. Sale mucho en los cuentos de Lovecraft, por ejemplo, la típica trama del heredero que llega a la casa abandonada, lo que sea, pero en la noche escucha ranas, lo menciona. Yo en el campo escuché ranas y me parece importante transmitir esa potencia, esa fuerza, mezclando aspectos gráficos con el sonido, para la gente que nunca ha escuchado ranas. 

Entonces, lo que quería comentar es que depende del proyecto, entre como estoy pensando los problemas y las relaciones entre forma y contenido para la representación de la ficción. Hay proyectos que son más autobiográficos, obvio que ahí no me voy en un aspecto tan experimental, diríamos. Pero hay proyectos de ficción que también tienen que ver con las mismas obsesiones o cosas que estoy trabajando que son súper experimentales, porque es lo que me interesa hacer, como este tipo de ficción donde no hay ningún referente real, aunque sí los hay, pero velados. Eso me permite explorar mucho más la forma. 

Benjamín: Esta es la última pregunta específica sobre Nancy. A propósito de la edición de Dharma Books, en una entrevista del año pasado mencionaste que, en la novela, uno de los protagonistas es el paisaje. Entonces, retornando a Susan Sontag, ella habla en su libro sobre cómo existe cierta tendencia a adquirir un lenguaje topográfico a la hora de tratar las enfermedades. Por poner un ejemplo directo, cuando Nancy habla de su cuerpo agotado lo trata como un “campo estéril”. Pero lo que me llama la atención es que este lenguaje topográfico no se limita solamente a una expresión, más bien, literalmente los paisajes se instalan como topografías enfermas, lo cual queda claro en el pueblo ficticio de C, donde la plaga de los chanchos pudre y corroe el cuerpo del poblado. En este sentido, dos de los mayores protagonistas del libro —Nancy y el paisaje— son tratados bajo el mismo lente, así como con la misma crueldad. ¿Qué te llevó a utilizar la enfermedad como eje temático del texto, elemento desde el cual construyes casi toda la discursividad de la novela? ¿Te llama particularmente la atención este tema y su tratamiento en Chile? Digo, en otros autores, como lo hizo Enrique Lihn, Gonzalo Millán, o también autores más contemporáneos, como Belén Fernández en Ella estuvo entre nosotros, aunque ella es posterior a ti. 

Bruno: Sí, bueno, sobre la primera pregunta, algo que me interesa mucho como momento en una novela, es leer si hay o no señales de cómo el texto, en cuanto a ficción, justifica sus condiciones de enunciación, es decir, si los personajes o las voces o lo que sea, las estrategias textuales dentro de la ficción, dan cuenta del porqué o de la viabilidad de lo que estamos haciendo mientras leemos. Es decir, ¿Quién está hablando? ¿Quién dice tal cosa? ¿Qué estamos leyendo en verdad? Hay textos que lo resuelven de una manera muy sencilla, como cualquier sueño o película: las cosas empiezan y empiezan, no hay ninguna necesidad de prólogo o voz que lo justifique, pero en principio, en Nancy si había un prólogo donde había otro personaje que tomaba notas, detrás de una puerta, es decir, las notas de Nancy enferma. De cierta manera, respondía a una necesidad de justificar el mismo hecho de la existencia del libro, pero esa idea perdió fuerza ante la voz misma de Nancy, que hizo que la necesidad de un personaje intermediario, la persona que toma notas, dejara de tener relevancia. Fue totalmente innecesario. El personaje finalmente desapareció y la novela seguía igual de potente, así que eso, por un lado. 

Pero la enfermedad en sí o estar en la incertidumbre de saber si uno se está muriendo, aún dopado con morfina, te permite una especie de grado cero de la enunciación, donde uno escucha a la otra persona. Esta dice: “me estoy muriendo”, “me gustaría que me escuches”. Al mismo tiempo, se permite el relajo y la urgencia para poder decir las cosas que le parecen importantes de decir. Así que, de cierta manera, por muy disperso o fragmentario que sea Nancy como texto, esa selección de lo que se dice o de lo dicho, nos habla un poco de qué fue importante de decir para Nancy mientras se estaba muriendo. 

Por otro lado, la relación entre cuerpo y paisaje es algo muy interesante, que se podría ampliar no solo a paisaje, sino también a territorios imaginados. Es algo muy antiguo, o sea, desde que hay seres humanos hay una relación entre los paisajes y los cuerpos gigantes o con el paso de los cuerpos. Si tú, por ejemplo, lees unos poemas irlandeses que se llaman El Kalevala, ahí se habla del espíritu del mar y cómo ella, que es un espíritu femenino, se constituyó como un cuerpo. Donde ella pasaba, se formaban lagunas, fiordos, etc. Entonces, si uno se detiene en esos lugares, podemos pensar que la gente imaginó la constitución del mundo como el espacio por donde pasaban los cuerpos, que es como un espacio, el molde de un cuerpo inmenso que transformó un mundo en particular. Eso no solo pasa ahí, sino también en otro tipo de relatos de origen. En el caso de la Biblia y América, claramente está. La Virgen y la cordillera es un caso muy claro, donde las faldas de la cordillera son la Virgen misma. También hay cualquier poema cristiano alegórico con comparaciones entre la Virgen María, las partes de su cuerpo y ciertas gemas. 

Cualquier forma de alegoría compuesta donde se establecen correspondencias entre cuerpo y sus partes, otros aspectos de la realidad como minerales, etcétera, y geografías, es de por sí muy antiguo, existe hace mucho tiempo, y claro, es algo que me interesa o que me interesó a trabajar en parte, porque la enfermedad y sus signos, los signos de lo enfermo, toser y que salga sangre, la aparición de granos, son derechamente malos signos, o quizá, anti-signos, es decir, que por ejemplo en una alegoría de una ciudad, uno veía a una mujer con un martillo y unos trigos, digamos, esa es la relación del campo con la industria, todo ese sistema de signos son de virtud. En cambio, hay otros signos de no-virtud, de enfermedad o de ruina. De cierta manera, a un nivel muy abstracto, si tú me preguntai cómo yo imaginaba la relación entre paisaje, país, Nancy como voz, como cuerpo, su enfermedad, las radiografías, todo, y si por ejemplo ustedes fueran obispos y me dijeran “haz un mural sobre Nancy, como una anti-beata o derechamente una santa, haz una santa que alegorice a Nancy”, quizá, esa forma de alegorización sería una superposición de territorios, cuerpos enfermos, radiografías. En el fondo, eso está presente en la novela y por eso hay signos en distintos niveles de la novela, solidarizando entre sí. El paisaje como promesa de país, pero también el paisaje en sus signos de corrupción como desastre real, al nivel del cuerpo de Nancy como promesa de función de las mujeres, desde niña hasta mujer adulta, que debe ser una buena hija, una buena madre, fértil, etcétera, y luego, su cuerpo cercenado por el cáncer, cercenado por las radiografías como aquello que se lee desde adentro. 

Todo esto que estoy imaginando mientras te lo cuento se podría pensar como una superposición, ¿no? Un poco quizá como Sergei Eisenstein que planteaba la superposición de planos en el cine. Quizá, en la novela haya también superposiciones de planos, para así operar en la mente de quien lee con cierta transparencia, sea en planos lingüísticos, paisajísticos, la idea del país imaginado-imposible, planos del cuerpo, en fin, muchos planos. Pero yo no soy teórico, yo estudio literatura moderna inicial, así que estos son solo carriles. Yo no he leído el libro de Sontag, por ejemplo, no tengo mucha familiaridad con eso.

Y sobre la tradición chilena, o bien, con esa constelación de autores y autoras chilenas que mencionas, te lo digo con todo pudor, no los he leído, porque bueno, llevo varios años muy ocupado con mi tesis de doctorado, entonces, he estado leyendo a Alfonso Reyes, Leopoldo Lugones y a Pedro Henríquez Ureña, y eso, entonces, estoy muy desactualizado. Una de las cosas que quiero hacer en un par de años cuando termine, es empezar a comprar libros y leer a gente más de ahora o lo que sea. Sin embargo, conozco a Belén y conozco su trabajo vinculado a la relación entre identidad e historia personal. Me parece muy valorable, sin haber leído su obra, claro. Me parece que los talleres literarios que ella ofrece son muy importantes, mucha gente que ha tomado talleres conmigo ha tomado talleres con ella, y me parece que es de las ofertas más novedosas y llamativas en términos de talleres literarios. No es el típico taller literario donde se revisan los textos como siempre, sino que hay aspectos que salen de la literatura en su literaturidad. Enriquece, justamente, la literatura, y esa forma, me parece, es salir a buscar otros discursos humanos sobre la realidad y no quedarnos en las novelas sobre las novelas, o escribir sobre escribir o escribir sobre no poder escribir, hay muchas otras cosas, mucho más interesantes. Aunque claro, siempre depende de que tan bien escrita o que tan interesante sea la obra, pero me interesa mucho más escuchar a un evangélico predicando en la plaza, con su temible certeza e incerteza sobre el mundo y su fin, que quizá leer una novela no tan entretenida sobre cualquier cosa, sobre los problemas de la representación o de un ser creativo que, no sé, no puede terminar su novela.

 

Benjamín: Siguiendo lo que dices, ¿cuántos años llevas fuera de Chile?

Bruno: Yo me fui en septiembre del 2019, justo antes del estallido, y voy a volver ahora en diciembre de este año. Volveré a ver a mi familia, etcétera. No he vuelto por la pandemia y también porque tengo una Beca Chile, y claro, el dinero no alcanza, o sea, entre la pandemia y que no tengo buenos hábitos de ahorro, no he podido dejar el país.

Benjamín: Y en tu estadía fuera del país, aunque claro, ya nos lo contaste, aunque vuelvo a preguntar por si algo pasó de largo, ¿guardas relación con el mercado editorial chileno, más allá de las editoriales que te han estado publicando? ¿Estás más o menos al tanto de lo que se ha publicado en Chile durante el último tiempo?

Bruno: No, incluso cuando estaba en Chile no tanto. Cuando trabajé vendiendo libros, claro, me pegaba unas vueltas, conversaba, pero no estoy muy al tanto. Te lo digo con pudor igual, porque como estudio literatura es casi mi deber como investigador leer a la gente. Las personas con las que he estado al tanto es gente con la que he conversado, sea por convivencia donde nos hemos topado, online, etcétera. Por ejemplo, acá en Barcelona hay gente que ha venido de repente, ahí nos juntamos y conversamos de otras cosas, de la experiencia humana en un sentido más amplio. 

Entonces, he tenido buenos encuentros personales, privados y públicos con gente que escribe, más que estar leyendo harta literatura, entre muchas otras cosas porque, por mucho tiempo, y en verdad, incluso ahora, a veces me cuesta leer literatura, leo otras cosas. Por ejemplo, ahora estoy leyendo harto cómic, manga, me parece mucho más enriquecedor en muchos momentos. Nada en contra de la literatura, pero si estás haciendo literatura puede ser muy agotador, y que además en tu tiempo fuera estés leyendo más novelas, más novelas, más novelas. 

Benjamín: En una entrevista del 2016, hablando a propósito del panorama literario chileno, mencionaste cierta tendencia en nuestra última literatura, al menos en narrativa, enfocada en la autoficción. De hecho, dijiste que hay una tendencia a la valorización de la experiencia como moneda de cambio. En base a eso, lo que me llama la atención en tu narrativa, y que te desmarcaría en cierto modo de esas tendencias en Chile, es que tanto Leña como Nancy no solo parecen escritas desde experiencias inmediatamente ajenas, sino también desde distancias enormes. Nancy es el relato de una chilena nortina que vive un cáncer terminal, mientras que Leña es el relato de una mujer rusa que busca pareja por internet y así poder irse del país. Son escenarios bastante complejos, muy opuestos a lo que probablemente sea tu realidad. ¿Qué te lleva a estos terrenos? ¿Crees que sea requisito en tu escritura trazar una distancia significativa entre quien eres y lo que produces? O, por el contrario, ¿hay aspectos muy marcados sobre ti, pero escondidos a través de estos escenarios complejos? Y a propósito del texto inédito que nos mencionaste, que trata sobre tu abuelo, ahí existe un escrito muy íntimo, muy cercano a ti, pero mencionaste que estás reticente a publicarlo. ¿No será que hay un ideal en ti, de distanciarte de lo que produces?

Bruno: Sí, gracias por la pregunta, creo que es muy importante. La respuesta que pueda dar no tiene que ver con qué me parece valorable dentro del mercado literario chileno, que de por sí ya es pequeño y celebro mucho su crecimiento, lo encuentro muy bacán, qué bueno que haya tendencias, de hecho, eso genera más espacios de crítica. 

Mi postura en relación a la literatura tiene que ver con los cuidados que he tomado a la hora de escribir, y esos cuidados tienen que ver con dos cosas. Cuando empecé a escribir de manera más metódica, quería poner énfasis en la idea de que mi escritura no tenía que ver con la necesidad de publicación, sino que era más una especie de ejercicio constante, al cual sin embargo siempre había que saber ponerle un fin. Yo escribo muchas novelas, pero son muy malas (se ríe). De verdad, son muy malas, entonces, eso por un lado. Lo otro es que decidí curiosamente estudiar literatura para no depender del vivir de la literatura, cosa que tampoco se puede, ¿no?, es una decisión un poco rara (nos reímos juntos), debí haber estudiado ingeniería comercial, bueno, eso es lo que hice. También era para protegerme de otra manera, es decir, nunca mi ansiedad por publicar, sea por tener un vivir, para llenar la olla en base a la literatura, me va a obligar a decidir si publicar algo o no. Decidí empezar a hacer talleres de literatura para compartir mis procesos de escritura con otras personas, aprender de otras personas y obligar a sistematizar ciertas cosas, y eso curiosamente es una forma de defenderme o de protegerme, saber exactamente lo que estoy escribiendo antes de sentarme a hablar con cualquier editor, agente o lo que sea. Todos son aspectos que buscan la total autonomía en mi trabajo, y la autonomía me parece importante, pensada en mi caso. 

Entonces, la autoficción es algo que descarté inicialmente porque me daba mucho miedo o pavor escribir una novela sobre mi vida y luego no tener nada más que escribir, pero como ustedes dicen, en verdad hago lo contrario, porque las obsesiones siempre son similares, uno tiene cierta cantidad de obsesiones y una forma de darlas a conocer, ¿no? Entonces, como no publico todo, más por pudor que por no exponerme, no encuentro que sean publicables o lo que sea. Hay muchos aspectos de exploración en las novelas que escribo, donde pruebo voces, pruebo cosas, etcétera, más como un oficio, como un mueblista, diríamos. Y también, muchas de las cosas que trabajo, serían algo así como una reconversión onírica. 

Si en un sueño tú podís agarrar uno y quizá ver algunos significados, para luego decir, bueno, “esto tiene que ver con estas preocupaciones de la vigilia”, en muchas novelas o partes de las cosas que trabajo, hago lo contrario, agarro preocupaciones de la vigilia y las transformo a un escenario más onírico. Pero, ¿por qué sería onírico? Porque no son tan realistas o bien, trata de un realismo cargado con altos niveles de simbolismo. Morir es como una especie de realismo onírico, aunque muy crudo, muy duro. Aunque ojo, lo onírico ahí sería no algo loco o helado, sino que es el mecanismo que utilizo para hablar de mi vida o de las cosas que me interesan. Ahora, esto no quiere decir que todo lo que escribo tiene que ver con mi vida, sino que es algo que he hecho especialmente para no quedarme sin tema. Entonces, es como agarrar tu inquietud vital y tirarla a un pozo y ver qué hay, qué formas aparecen, y desde esas formas trabajar con elementos que no son parte de tu vida, pero que pueden igualmente transmitir cierta parte de esa experiencia a otras personas.

Volviendo al tema de la autonomía literaria, yo creo que uno de los problemas que tiene trabajar autoficción, es que no necesariamente lo que es importante para ti es importante para el resto. Creo que al momento de sentarse a leer un texto que tiene que ver con tu vida, hay muchos más riesgos de complementar o suplementar lo que hay escrito con lo que tú crees que dice el texto. Por eso es tan difícil autoeditarse, uno es un tipo de lector privilegiado. Si la sinfonía o lo que sea es el pentagrama escrito, uno como autolector tiene el sonido en la cabeza. La idea es que el sonido pueda ser releído de miles de maneras, dentro de las pautas más o menos acordadas, por otras personas. Entonces, eso es algo a lo cual le pongo cuidado, para así no creer que estoy compartiendo experiencias relevantes, cuando la verdad no lo son. 

Por eso, el texto sobre el suicidio de mi abuelo, por ahora, es sólo un ejercicio de terapia para mi familia. Quizá se publica, quizá no, no es algo que tengo tan pensado ahora, no estoy pensando en esos términos ni trabajando con ese propósito. Ahora recién, a una colega escritora, le mandé el texto y ella sería la primera lectora que no forma parte de mi familia, tipo, como primera lectura de no-terapia. Lo hice para observar verdaderamente cómo funciona, cómo ella puede leer el texto fuera de esta constelación terapéutica del duelo. Así que ahí veremos, quizá si toca temas interesantes, que valgan la pena compartir, quizá se publica. El tema del suicidio, la incapacidad de conectarse con las emociones, hombres del siglo XX. Mi abuelo estudió en el Barros Arana, seres que lo formaron para ser “la luz de la nación” (hace comillas con los dedos), pero quizá no la pasaron tan bien, generando y reproduciendo muchas precariedades de la excelencia. Creo que hay precariedad en la excelencia y muchas veces estos discursos modernos de los internados, que tienen que ver con el rigor, de su importancia, te pasan para el otro lado. El rigor termina siendo una forma de tortura, cuando este no está dotado de un contenido real y sólo es la forma, es igual de vacío que la tortura. 

Bruno Lloret (2017)

Fotografía por Rodrigo Chodil