Por David Aranguiz

 

Todos los sabios y genios de la humanidad han reconocido

que la naturaleza es la principal maestra, el liber mundi, la

primera y más alta escritura.

J. Olives Puig

 

En su libro póstumo Poema de Chile (1967), Gabriela Mistral despliega una voz poética que aparece descendiendo del cielo liberada de su cuerpo. Apartada de pasiones y exigencias corpóreas comienza un recorrido por Chile que me recuerda a “La flor del aire” de su poemario Tala (1938):

“Ella delante va sin cara;

ella delante va sin huella,

y, yo, siguiéndola, siguiéndola

entre los gajos de la niebla”

Sin embargo, las piezas han cambiado de posición. Ahora ella misma es semejante a la flor del aire y nosotros los que la seguimos. ¿Qué ha pasado?

 

***

 

El fenómeno de aparición de una ‘forma’ marca un momento de conexión entre dos órdenes diferentes que se encuentran en un mismo momento. En una escala de tiempo mayor a la humana, nuestras propias vidas son apariciones y desapariciones en el orden primordial de la naturaleza.

No obstante, como si fuera parte de nuestra constitución, la comprensión de nuestra condición temporal en un ordenamiento mayor ha orientado miles de esfuerzos cognoscitivos por dotar de sentido al espacio-tiempo al que arribamos y siempre nos excede.

La falta de permanencia de nuestra individualidad ha originado diversos mitos religiosos sobre un paraíso perdido o una Edad de Oro, así como ha abierto la posibilidad metafísica de reunificarse con un Dios creador.

Tal vez, éstas solo sean formas de integrar en un imaginario nuestras muertes. Pero una posible lectura sobre el Poema de Chile de Gabriela Mistral puede partir desde la comprensión de estos esfuerzos por enriquecer nuestras concepciones sobre la vida.

 

Un segundo cuerpo

Luego de distintas cavilaciones sobre los poemas de amor y dolor que aparecen en Tala, he concluido que estos son como árboles talados de su alma. El poemario marcado por la muerte de su madre y el deseo de ayudar a los niños vascos, víctimas de la Guerra Civil Española, de cierto modo, exhibe su interioridad transformada en naturaleza. Los poemas son resultado de padecimientos del alma antes de darlos a luz.

En Poema de Chile, paralelamente, esta misma alma se despliega en una ensoñación, de forma manifiesta y extensa, del viaje por el país. Sin embargo, su fundamento, a simple vista, parece un misterio.

En esta obra de Mistral su vuelo poético se inicia con un segundo nacimiento, una aparición marcada tanto por el deseo como por la patria y la madre:

“Bajé por espacio y aires / y más aires, descendiendo, / sin llamado

y sin llamada / por la fuerza del deseo / y a más que yo descendía

/ era mi caer más recto / y mi gozo más vivo / y mi adivinar más

cierto / y arribo como la flecha / éste mi segundo cuerpo / en el

punto en que comienzan / Patria y Madre que me dieron”.

“Hallazgo” – Poema de Chile

Desde el primer momento de enunciación se ha dado a luz en el mismo punto de origen del territorio, a un segundo cuerpo que es etéreo y cuya proveniencia es celestial.

Santa Teresa de Ávila, en su tratado ‘Moradas’ (1588), se refiere principalmente al alma como un castillo de cristal o diamante con distintas moradas por habitar. Esta imagen de la interioridad se conecta con la transparencia y la cualidad de resplandecer la luz. Sin embargo, en determinado momento explicativo, también el alma es referida como un palmito, destacando su composición en capas para llegar a lo más sabroso. La analogía entre ambos elementos puede vincularse a partir de los recubrimientos simétricos que protegen un centro cada vez más vacío.

Un ‘segundo cuerpo’, entonces, puede significar la transformación o depuración, episódica, desde un primer cuerpo, como la crisálida o el palmito; a la vez que puede significar la participación o la pertenencia a un segundo orden. Sea cual sea el caso, en el poema, aire y alma se reúnen en una segunda venida al país dado.

“Voy en delgadez de niebla / pero sin embargo llevo / las facciones

de mi cara, / lo quebrantado del peso, / intacta la voluntad / pero

el rostro medio ciego / y respondo por mi nombre / aunque ya no

sea aquélla”.

“Hallazgo” – Poema de Chile

Así, la voz poética de Gabriela Mistral, movida por la voluntad intacta de recorrer el espacio que la habita, deja constancia de ser más alma que persona. A continuación, profundizaré en el fundamento de este viaje.

 

En los cielos sin sombra

En la sección “Alucinación” del poemario Tala (1938), hay un subgrupo de poemas reunidos bajo el nombre “Historias de loca”. En una nota aclaratoria sobre uno de ellos, “La sombra”, Mistral indica: “Ya otras veces ha sido (para algún místico) el cuerpo la sombra y el alma la ‘verdad verídica’. Como aquí”.

Siguiendo la huella que nos da Gabriela, este poema expresa imágenes sobre situaciones biográficas en las que el cuerpo toma ventaja, sin derecho, sobre lo que manifiesta el alma: el cuerpo, una sombra, es de cierto modo un impostor.

Una vez estabilizada esta imagen, la voz poética se aventura sobre la muerte de la sombra:

“Está muerta y todavía / juega, mañosa a mi copia, / y la gritan

con mi nombre / los que la giran en ronda… / Veo de arriba su red

/ y el cardumen que desfonda; / y, yo, liberada, río / perdiendo al

corro que llora.”

La disposición de un ordenamiento vertical sobre la existencia y de la muerte como liberación de una vida ilusoria, pueden llevar a la conclusión de que el descender del ‘Poema de Chile’ se corresponde con un retorno al origen por un deseo pendiente. De cierto modo, en el viaje por Chile hay algo que aún no se libera o termina.

Sin embargo, antes de entrar en aquel territorio, las imágenes con que Mistral nos guía hacia la conclusión del poema nos entregan claves de lectura sobre la representación de elementos místicos en su poesía:

“Llego por un mar trocado / en un despeño de sonda, / y arribo a

mi derrotero / de las Divinas Personas. // En tres cuajos de cristales

/ o tres grandes velas solas, / me encontré y revoloteo, / en torno

de las Gloriosas. // Cubren sin sombra los cielos, / como la piedra

preciosa, / y yo sin mi sombra bailo / los cielos como mis bodas”.

En los cielos sin sombra, la tensión entre el alma y el cuerpo se disuelve concluyendo con la propia muerte como posibilidad de unión mística.

 

Un fantasma

Seguido del poema “La sombra” en ‘Historias de loca’, se encuentra un antecedente de la figura del fantasma o del espíritu dentro del universo simbólico de Gabriela Mistral. El poema “El fantasma” le da voz a una presencia que aparece repentinamente una noche y que discursivamente, al igual que en Poema de Chile, comenta un regreso marcado por la fuerza del deseo:

“Aquí estoy si acaso me ven, / y lo mismo si no me vieran, /

queriendo que abra aquel umbral / y me conozca aquella puerta. //

En un turno de mando y ruego, / y sin irme, porque volviera, / con

mis sentidos que tantean / sólo este leño de una puerta. // Aquí me

ven si es que ellos ven, / y aquí estoy aunque no supieran, /

queriendo haber lo que yo había / que como sangre me sustenta”

Llevada por el deseo y un amargo padecimiento, la voz del poema gira en torno a un umbral infranqueable, sostenida por la necesidad de encontrar una pertenencia perdida.

Tanto para orientarnos dentro de este sentimiento como para disfrutar la poesía, otra pérdida de lugar expresada con la figura de la llave, puede ayudarnos a comprender el padecimiento de Mistral:

HABÍA UNA LLAVE Y DE PRONTO NO HAY LLAVE. /

¿Cómo entraremos en casa? / Quizá alguien la encuentre tirada, /

la vea ¿y luego qué? / Camine, juguetee, la eche al aire / como si

fuera chatarra. / Si al amor que yo te tengo / le sucediera lo mismo,

/ no sólo a nosotros, sino a todo el mundo / se le perdería ese amor.

Llave (fragmento) – Wislawa Scymborska

El poema de Scymborska sobre la pérdida revela la particularidad del fenómeno amoroso en tanto unión irrepetible. El amor entre dos criaturas es un vínculo único. Por lo anterior, su pérdida puede adquirir alcances universales que se extienden hasta la sensación de pérdida de dominio o lugar.

El poema de la Premio Nobel polaca es como un sentimiento de fondo y una situación por la que transitan imágenes que desembocan en una reflexión. Sin embargo, la voz de Mistral se encuentra en una posición diametralmente opuesta, pues desarrolla el sentimiento desde un padecimiento vivo que se encuentra sin resolver:

“¡A buscar lo que les dejé, / que es mi ración sobre la tierra, / de

mí respira y a mí salta, / como un regato, si me encuentra! // A

menos que él también olvide / y que tampoco entienda y vea / mi

marcha de alga lamentable / que se retuerce contra su puerta.”

El fantasma – Gabriela Mistral

El mismo fenómeno de pérdida, expresado desde dos lugares distintos, muestra cómo el deseo puede alcanzar un dominio totalizador que excede los límites que lo originaron. Así, este sentimiento trágico, tal como la hybris, puede traducirse como una conquista del ser por exceso de una pasión, a la vez que deja entrever una entrega total al objeto del deseo.

Por lo anterior, a diferencia del poema “La sombra”, el final del poema “El fantasma”, mantiene en el cierre la misma tensión de la pérdida con la que comenzó su discurso:

“Y de verdad yo soy la Larva / desgajada de otra ribera, / que

resbala país de hombres / con su hueso de sueño y niebla; // ¡Que

no raya su pobre llano, / y no lo arruga de su huella, / que no echa

vaho de jadeo / contra la piedra de una puerta! // ¡Que dormida

dejó su carne, / como el árabe deja la tienda, / y por la noche, sin

soslayo, / llegó a caer sobre su puerta!

Resulta extraño encontrar dos temples de ánimo tan diferentes respecto a la pérdida del propio cuerpo en la figura del alma y el fantasma. Sin irme porque volviera. Literalmente, Mistral pareciera estar diciéndonos que puede existir de forma paralela tanto dicha, a causa de la liberación del cuerpo, como lamento a causa de su pérdida. ¿Qué hay detrás de esto?

 

El umbral

Recapitulando, el locus del poema “El fantasma” es el umbral, un espacio simbólico cuyo sentimiento se manifiesta intensamente por la imposibilidad de reunión. Que como sangre me sustenta.

Yendo un paso más allá, podríamos leer esta separación del fantasma como un exilio, es decir, una expulsión del territorio en el que se vive.

Esta interpretación presupone una concepción del cuerpo humano como un concepto espiritual capaz de conectar todas las fuerzas individuales que en él funcionan, y a través del cual se reconoce el poder del alma (Saban, 76). La verdad verdadera.

Esta lectura permitiría explicar por qué el padecimiento del fantasma se perpetúa mientras no se cumpla con una promesa de unión pendiente. Amenosqueéltampocooiga. Con esto, podríamos concluir que el fantasma del poema es, en realidad, un alma que se encuentra en estado de agonía por la falta de reconocimiento de su propio cuerpo.

Volviendo a un texto fundamental para visualizar este desconcierto del alma, Santa Teresa en su consideración de ésta como un Castillo, lo explica así:

“Pues tornando a nuestro hermoso y deleitoso castillo, hemos de ver cómo podremos entrar en él. Parece que digo algún disparate, porque si este castillo es el ánima, claro está que no hay para qué entrar, pues se es él mismo; como parecería desatino decir a uno que entrase en una pieza estando ya dentro. Mas habéis de entender que va mucho de estar a estar; que hay muchas almas que se están en la ronda del castillo que es adonde están los que le guardan, y que no se les da nada de entrar dentro ni saben qué hay en aquel tan precioso lugar ni quién está dentro ni aun qué piezas tiene. Ya habréis oído, en algunos libros de oración aconsejar al alma que entre dentro de sí, pues esto mismo es” (52)

Precisamente, la imposibilidad de entrar en sí misma es el lamento del alma en “El fantasma”.

 

La puerta

Profundizando en la concepción hebraica del alma, en el mito del paraíso perdido, la expulsión de Adán y Eva del Edén se entiende como un exilio de la raza humana de su lugar de origen. Este hito marca el comienzo, por el deseo de probar el fruto del Bien y el Mal, de un destierro trascendental.

Para los creyentes, la caída espiritual del ser humano se constata con la pregunta “¿Dónde estás?” que expresa Dios y que, a su vez, es la piedra angular del camino de retorno a Él. Muchas obras espirituales como el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz o el ‘Cantar de los cantares’ bíblico, replican en la voz de una mujer enamorada esta pregunta:

“¿A dónde te escondiste, / Amado, y me dejaste con gemido? /

Como el ciervo huiste, / habiéndome herido; / salí tras ti

clamando y eras ido.”

Canción 1 – Cántico espiritual.

 

El sufrimiento y la pérdida de la Amada en el Cántico espiritual representa el dolor que padece nuestra propia alma al encontrarse alejada de Dios. Sin embargo, una vez que reconocemos el lugar del alma en nuestra existencia, tal como sugiere Mistral en “La sombra”, ésta es capaz de salir en búsqueda del Dios amado en un movimiento que permitiría acercarnos a la promesa de encuentro y unión.

Por lo anterior, el fantasma de Mistral esperando frente a una puerta que aparece en Tala puede ser un palimpsesto de la separación entre lo humano y lo divino que ha sido comunicada en buena fe por distintos místicos en el comienzo de su camino interior.

En la lectura cabalística de Lola Josa sobre el Cántico espiritual, esta explica el origen del dolor en el alma a raíz de la ausencia de Dios:

“Dios se aproxima y se ausenta con el propósito de que la consciencia se haga en la constancia y lealtad amorosa pese al gemir, pese a sufrir heridas y hallarse en el no saber. Con razón, la raíz de la palabra hebrea ‘locura’ (holelut) guarda relación con ‘herida’ (la jalal del Sal, 109:22) y al mismo tiempo con ‘rezar’ (halel) y con resplandeciente (halal). Esta relación léxica da cuenta de una Amada que, aunque herida por la locura de amar al Amado, resplandece gracias a la alianza de las hei que le alienta en esta búsqueda sin caer en el desfallecimiento. Lo que el rezo ha de procurarle es ser oída y hallada” (117)

La locura, la herida, la espera y la ‘verdad verdadera’, son motivos en los que la concepción del alma de Mistral coincide con la tradición mística hebraica.

 

El alma en Poema de Chile

Ya hemos adelantado que la aparición de la voz poética en el Poema de Chile tiene un origen celestial cuyo fundamento es un deseo. Sin embargo, con el fin de enriquecer la lectura de éste nos retiramos, por equivalencia, hacia otras concepciones del alma. Así, el motivo del viaje de Mistral, esperamos, pueda irse aclarando.

La composición del Poema de Chile, que la poeta diera por acabado en 1952, poco antes de su muerte, según Doris Dana tenía prefijado su comienzo y su final con los poemas: “Hallazgo” y “Despedida”, respectivamente. Según Iván Carrasco, este trabajo es un macrotexto, es decir, un volumen de textos con parcial o total autonomía que se integran en un texto mayor. Esta consideración permite abarcar coherentemente el largo período de tiempo que Mistral le dedicó a la obra, así como las distintas versiones de sus piezas.

Volviendo al poema “Hallazgo”, el Alpha de la obra indica el encuentro de la propia alma como un reino. Esta ensoñación geográfica e interior prefigura un retorno al punto de origen que se desarrolla como un viaje de autoconocimiento por la conjunción entre madre y patria:

“Pero ya los pies tocaron / bajíos, cuestas, senderos / gracia tímida

de hierbas / y unos céspedes tan tiernos / que no quisiera doblarlos

/ ni rematar este sueño / de ir sin forma caminando / la dulce

parcela, el reino / que me tuvo sesenta años / y me habita como

un eco.”

A diferencia de la marcha de alga lamentable contra la puerta, en el Poema de Chile existe un flujo y un desplazamiento por hitos y lugares referenciales del país que se viven como un viaje interno marcado por valores espirituales. Este flujo revela el ingreso a su propia alma integrando, incluso, a compañeros de viaje. Sin embargo, los grandes protagonistas son los espacios naturales que habitan como un eco.

En “El sentido religioso de la vida” (1922), -publicado recientemente en la antología mística y religiosa Toda culpa es un misterio de la Pollera Ediciones-, un discurso leído a estudiantes durante el mismo período en que iniciaba la escritura del Poema de Chile, Mistral se refiere a la búsqueda de lo oculto en la naturaleza como una forma religiosa:

“Para mí, la religiosidad es la saturación que ha hecho en la mente la idea del alma, el recuerdo de cada instante, de cada hora, de esta presencia del alma en nosotros y el convencimiento total de que el fin de la vida entera no es otro que el desarrollo del espíritu humano hasta su última maravillosa posibilidad. La materia está delante de nosotros, extendida en este inmenso panorama que es la naturaleza con la intención aparente de hacernos olvidar lo invisible (…) Religiosidad es buscar en esa naturaleza su sentido oculto y acabar llamándola al escenario maravilloso trazado por Dios para que en él trabaje nuestra alma” (24).

Según esto, el ejercicio escritural del “Poema de Chile” deviene en un profundo ejercicio espiritual. La naturaleza que habita en Mistral se torna símbolo y actúa como un mediador entre el individuo y la totalidad. Por esto, podríamos interpretar que la trayectoria de la voz poética al replegarse sobre sí misma ha transformado la consideración del alma como Castillo y Morada, de Santa Teresa, en una dulce parcela.

En este viaje existen lugares de evidente inspiración mística como el desierto y la cordillera, o personajes como el ciervo –símbolo de renovación-, en los que el lector interesado puede profundizar. Sin embargo, quisiera acabar este ensayo con una referencia a la mística sufí.

La mística sufí, según Fariña, puede entenderse a partir de dos fenómenos opuestos: la aniquilación y la perpetuación. Al momento de la aniquilación, de algún modo, lo divino continúa. Quizás volviendo sobre esta huella, integrándola en nuestro camino, podamos profundizar en las apariciones y desapariciones de Mistral: su voluntad atravesadora de montañas que recorre Chile.

 

 

Referencias

Gabriela Mistral. Tala, Editorial Andrés Bello, 2001, Chile.

                           Poema de Chile, Editorial La Pollera Ediciones, 2015, Chile.

                           Toda culpa es un misterio, Editorial La Pollera Ediciones, 2022, Chile.

Soledad Falabella, “¿Qué será de Chile en el cielo? Propuesta de lectura para Poema de Chile de Gabriela Mistral” en Revista Mapocho, volumen 39, 1996, Chile.

Soledad Fariña, “La mística sufí” en Al-Hallaj, Poemas Místicos, Editorial Lecturas Ediciones, 2021, Chile.

San Juan de La Cruz, Cántico Espiritual: Nueva edición de Lola Josa a la luz de la Mística hebrea, Editorial Lumen, 2021, España.

Santa Teresa de Jesús, Las Moradas, Editorial Stella Maris, 2015, España.

Mario Saban, El secreto. Los fundamentos de la Cábala y la tradición mística del Judaísmo, 2011, Argentina.

Wislawa Scymborska, Poesía no completa, Editorial Fondo de Cultura económica, 2008, México.

 

Gabriela Mistral con uno de sus gatos

 

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David Aránguiz (1990), Licenciado en Lengua y Literatura hispánica de la Universidad de Chile. Actualmente trabaja en la edición del poemario "Pez suelto", proyecto financiado por el Fondo del libro y la lectura 2023 en la categoría creación.