Por Catalín E de Roche.

 

“No tenemos la intención de hacer “grandes obras”. Intentamos hacer cosas que tengan mucha paciencia y mucha energía. (…)

Al mismo tiempo, mi sueño sería hacer películas totalmente anónimas, para que no se pudiera seguir diciendo:

«¡Ahí vienen Straub-Huillet, con sus planos fijos!»”.

Jean-Marie Straub. Cita extraída de la Internacional Straub-Huillet.

 

Relaciones de clase (Klassenverhältnisse), es una película en blanco y negro dirigida por el matrimonio de los franceses Jean-Marie Straub (1933-2022) y Danièle Huillet (1936-2006), estrenada en 1984. Basada en un texto inconcluso de Franz Kafka publicado de forma póstuma en 1935 como América —aunque originalmente titulado como El desaparecido—, la cinta sigue el camino de Karl Rossmann, un adolescente burgués forzado por su familia a emigrar desde Alemania a Estados Unidos tras embarazar a una de las sirvientas. Durante las dos horas y siete minutos de duración de la película, Karl debe enfrentarse al aislamiento y la pérdida de poder sobre sí mismo frente a los diferentes sistemas dominantes en la idealizada “tierra de la libertad  y las oportunidades". Como siempre, el matrimonio de cineastas adapta esta historia al cine a su propia manera: con radical diligencia, rigurosidad y austeridad formal. Paralelos al Nuevo cine alemán, deciden desechar el melodrama, las excesiva ornamentación e incluso la narración convencional de los hechos, es decir, inicio, desarrollo y un desenlace atravesado por un triunfo o caída en la que culmine todo lo presenciado anteriormente. 

La película inicia con una toma fija a una estatua de Klaus Störtebeker, un pirata medieval, en Hamburgo, para continuar, tras la irrupción de los créditos, con una toma de Karl abandonando su maleta para ir por su paraguas extraviado, la cual es seguida de una vista desde un barco en movimiento a la Estatua de la Libertad, en Nueva York. La búsqueda del paraguas desencadena que el protagonista conozca al fogonero del barco, quien ha sido injustamente despedido. Karl, tras conversar con él, le insta a ir donde el capitán para exponer su situación y solucionar su problema. Una vez en la oficina del capitán, Karl se encuentra con su tío, un hombre estricto que ha conquistado al sueño americano y que más adelante no titubea al expulsar a su sobrino de su casa, dejándolo a su merced en un extraño Estados Unidos, que mucho dista al cual conocemos —o que al menos creemos conocer mediante las representaciones hollywoodenses y no tan hollywoodenses—, lo cual se produce debido a que, a excepción de dos secuencias, gran parte de la película no fue rodada en ese país, sino que en Alemania, sin mucho esfuerzo de esconderlo. Esta decisión no fue arbitraria pues el mismo Kafka jamás visitó Estados Unidos y, sin embargo, nada en esta película resulta fantasioso, sino, más bien, fantasmagórico, principalmente debido a lo ajeno que nos puede resultar la manera de hablar, tan monótona y libre de sentimientos —brechtiana—, de los actores, quienes en su mayoría no eran profesionales, junto a la escenografía de la película, la cual progresivamente pareciera hacerse más claustrofóbica, agobiante.

A pesar de lo dramático que puede llegar a ser que un adolescente se encuentre de un momento a otro en un país desconocido para librarse de una paternidad no deseada y que, desde el momento en que llega, no le sucedan más que desgracias, el matrimonio no se retorció de placer con la tragedia, sino que, al contrario, extirparon de ella todo el sentimentalismo. Para ellos, la tarea era hacer mucho con poco, nunca al contrario: situándose entre Bresson y Hitchcock —en sus palabras—, trabajaban con un determinado sistema, en el cual primaba la paciencia y la capacidad de integrar lo que ya estaba, lo que ya se tenía. Un ejemplo de esto es el hecho de que el trabajo con los actores para esta película duró un año y el rodaje tres meses, y en la cinematografía prima el sonido directo, el cual condice la imagen con la palabra. A pesar de que cada plano, sonido o gesto integrado a la cinta está cuidadosamente situado para reforzar y complementar la narrativa y la palabra, no se trata de que todo esté planeado, en el sentido de que a menudo sabían lo que querían, mas no lo que estaba por ocurrir, por lo que el ensayo y repetición de las escenas era una de las claves para lograr un resultado final depurado de cualquier parafernalia. 

Los subtítulos, traducidos al inglés por la misma Huillet, están incompletos por elección. No es necesario leer todo lo que se dice para hacerse una idea de lo que sucede. Al matrimonio le gustaban los obstáculos pues son estos los que —en sus palabras, nuevamente— hacían sus películas, siendo el lenguaje uno de los más grandes de ellos. El foco estaba puesto en destruir el lenguaje cinematográfico, el cual se encontraba para ya para esa época agotado, de la misma manera en que lo haría un poeta a la hora de escribir: tomando palabras que ya han sido manoseadas dándoles un enfoque no visto antes, o bien, olvidado siglos atrás, dejando claro que no es lo que se dice, sino cómo, y siempre con la mayor simpleza posible, con palabras directas y un ritmo y fotografía elegante, luchando contra el cliché, contra la composición convencional de planos, encontrando una distancia, una luz, una entonación que sea la satisfactoria.

Tal como Karl con su maleta, he perdido y vuelto a encontrar esta película varias veces a lo largo de los años. Aparece suavemente, sin que este peso que supone cargarla sea realmente un estorbo, sino que, al contrario, se trata del peso de una alegría, la cual nutre al espíritu. Curiosamente, a Straub y Huillet se les acusó, y se les sigue acusando, de hacer películas en contra del público y, por lo tanto, inútiles. Mientras escribía, leía críticas y comentarios a las películas del matrimonio en distintos foros de internet especializados en cine. Me crucé con una que decía que su filmografía resulta sectaria, hecha para una comunidad reducida de espectadores, sin embargo, Straub, citando a Lenin, se defendía años atrás diciendo que las minorías del día de hoy serán las mayorías del mañana.

 

Referencias

https://www.elumiere.net/exclusivo_web/internacional_straub/textos/straub_lisboa.php

 

VEA RELACIONES DE CLASE (1984) CON SUBTÍTULOS EN ESPAÑOL AQUÍ

 

Jean-Marie Straub y Danièle Huillet. Fotografía de Angelo Palma.

 

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Catalín E. de Roche (Santiago de Chile, 2002). Escritor, artista visual y estudiante de Teoría e Historia del Arte de la Universidad de Chile.