La Historia se enfrenta a una búsqueda de certezas en medio de lagunas y fantasmas, planteando una relación estrecha entre los relatos históricos y las técnicas de registro y archivo. Este ensayo aborda la problemática de la relación entre historia y trauma, cuestionando la rigurosidad científica del quehacer histórico y señalando la presencia de subjetividades y formas ficcionales en los relatos históricos encontrados.

Nuestra apuesta es asumir que esta doble condición de la historia, basada en todos los relatos del pasado que más han marcado – las situaciones traumáticas y que se encuentran reflejadas mayormente a través del testimonio- se encuentra contenida dentro de dicho quehacer. ¿Cómo pueden convivir entonces, de manera simultánea, la condición de veracidad y la condición de ficcionalidad? ¿Pueden, realmente, darse ambas condiciones? ¿Qué es lo que hay de real y de espectral a la vez en un acontecimiento? Creemos que las direcciones para dar respuesta a esto se encuentran tanto en la dimensión traumática transhistórica como en la potencia acontecimental y de experiencia (Erlebnis – Erfahrung) de la misma.

En este ensayo, es crucial comenzar con la distinción entre Erlebnis y Erfahrung según Lacapra, basándose en Benjamin. Erlebnis se refiere al acontecimiento experimentado, mientras que Erfahrung al conocimiento adquirido a partir de dicho acontecimiento. Esta distinción es vital en historiografía, ya que implica más que simplemente fechar un hecho histórico de manera objetiva; implica comprender la dimensión humana detrás de estos eventos. Más allá de su mera veracidad, la cuestión se adentra en la comprensión de lo que generaron estos acontecimientos.

En suma, mantengo que las aseveraciones que reivindican alguna verdad y están fundamentadas en pruebas se aplican en la historiografía a los dos (problemáticos) niveles de las estructuras y de los acontecimientos. Además, las reivindicaciones de verdad son condiciones necesarias de la historiografía, pero no suficientes. La pregunta decisiva es cómo interactúan y cómo deberían interactuar con otros factores o fuerzas de la historiografía, en otros géneros y en las formas hibridas (Lacapra, 2005,  p. 27).

Al cambiar el enfoque desde la veracidad de un hecho hacia la interacción de los diversos factores que componen un acontecimiento, se logra una comprensión más profunda del quehacer histórico. Esto ofrece una nueva perspectiva que desafía la visión unidimensional de los eventos pasados. Además, al considerar que la documentación y el archivo son productos de la necesidad de preservar la memoria, se puede apreciar que un hecho histórico va más allá de una simple situación puntual, adquiriendo una dimensión más amplia en términos de Erfahrung:“Huellas, remanentes o residuos: la memoria, el testimonio, la documentación y las representaciones o artefactos.” (Lacapra, 2006, p. 161).

El título de este ensayo incluye el concepto de "Lo Siniestro" debido a la estrecha relación entre historia y trauma. Desde la perspectiva del psicoanálisis freudiano, existe una conexión evidente entre trauma y lo siniestro (Unheimlich), entendido como lo desconocido en el inconsciente, que alberga la carga psíquica de los acontecimientos traumáticos. Este aspecto desconocido dentro de uno mismo genera temor debido a su naturaleza extraña. Por ejemplo, cuando una persona experimenta un trauma que ha sido reprimido en su consciencia y luego lo recuerda al enfrentarse a una situación que evoca ese sentimiento de lo desconocido, reviviendo así la carga traumática inicial. “(…) la transformación del trauma en experiencia (o acontecimiento) fundante, la base misma de una existencia, con la posibilidad de que el trauma sea sacralizado o transvalidado en lo sublime.” (Lacapra, 2006, p. 158).

Pues, con la historia, y la exposición a un hecho histórico del pasado, sucede un fenómeno bastante interesante, que es el de la transferencia. Sentir que se ha vivido y padecido un acontecimiento del cual la persona no ha sido parte. Se da un proceso inverso al Unheimlich, respecto de lo familiar (Heimlich). Hay una movilización de la carga psíquica que produce que en determinadas personas aquel acontecimiento histórico ocurrido en otra época y referencia geográfica, resulta familiar, a partir de la transferencia.

Es esencial considerar el papel de la empatía y la compasión en la comprensión, especialmente en la histórica, y su compleja relación con la objetividad. La objetividad, buscada en la historiografía, pretende representar el pasado con precisión, pero la idea de una representación completamente transparente y neutral puede ser cuestionada. Reconocer la carga emocional y la transferencia en el estudio histórico es crucial, mediar críticamente las identificaciones proyectivas e incorporativas y estar abiertos a cómo nuestros hallazgos pueden desafiar nuestras hipótesis iniciales.

La relación transferencial ayuda a comprender el carácter contagioso del trauma: su manera de propagarse incluso al entrevistador o el comentarista. Pero la “contagiosidad” es en este caso un concepto “medicalizado” y, como tal, dudoso. Su mecanismo responde a un proceso de identificación proyectiva y/o incorporativa (o quizás a la confusión de ambas). De allí que la identificación sea crucial para las relaciones transferenciales en general, y especialmente para las víctimas de trauma acentuado. (Lacapra, 2006, 115).

La medicalización de la vida en sociedades marcadas por guerras, conflictos y tragedias ha llevado a una búsqueda de soluciones para los traumas sin siempre reconocer su existencia. Dada nuestra historia de sufrimiento, es natural identificarnos con narrativas de padecimiento. Muchos eventos históricos importantes están vinculados con lo desconocido o traumático, lo que sugiere que nuestra historia colectiva está moldeada por el trauma y la ausencia. o la deuda nietzscheana.

Ahora bien, cuando hablamos de narrativa propia, se abre otro desafío relacionado con la verdad de los relatos históricos. Hayden White, diría en "La trama histórica y el problema de la verdad en la representación histórica”: “(…) lo que sí sostengo es que hay una relatividad inexpugnable en toda representación de los fenómenos históricos.”  , pero no a modo de ser un idealista ciego en las fantasmagorías de la objetividad, sino que respecto de la distinción que hace entre las interpretaciones de los hechos, y los relatos contados acerca de los hechos: “¿Puede decirse que los conjuntos de acontecimientos reales son intrínsecamente trágicos, cómicos o épicos, de manera tal que la representación de aquellos acontecimientos como un relato trágico, cómico o épico podría ser evaluada según si adecuación fáctica? ¿O todo depende en definitiva de la perspectiva desde la cual se miran los acontecimientos?” (White, 2003, p. 189)

Al plantear esto, White descentraliza la discusión respecto del hecho mismo, para llevar el foco de la discusión filosófica y el problema transhistórico hacia la perspectiva y la interpretación de los hechos. Ya no se trata del hecho histórico como tal, como acontecimiento, Erlebnis, sino como los conocimientos y experiencias legados de este hecho.

Es sumamente relevante la diferencia entre interpretación de los hechos, y relato contado de ellos. La historia la escriben los vencedores, diría Hans Morgenthau. Pero los hechos históricos no son escritos, son acontecimentales. Generan un precedente. El conflicto está en cómo accedemos a esa condición acontecimental, a los hechos históricos objetivos cuando la técnica de narrativa, descripción y discurso están permeadas por una subjetividad y su propio relato. Ya no se trata de enfocarse en un hecho sino bajo qué técnicas es narrado, y su riesgo de caer en la ficcionalidad. Hay un desmontamiento del régimen que instalaba una división postplatónica entre lo verdadero y lo falso, puesto que en aquello que parece ficción, hay algo de verdadero (como ocurre, por ejemplo, con las novelas gráficas Maus y Persépolis, o con los films del Holocausto y la Dictadura chilena).  El conflicto está en el orden de las representaciones históricas, en donde la forma de lo que se narra es más importante que lo que se narra para términos de la legitimidad que puede tener “(…) la dificultad de descubrir y contar la verdad, incluso una pequeña parte de la misma, tanto por parte del relato, como de los acontecimientos cuyo significado busca descubrir.” (White, 2003, p. 196). 

El cambio en cómo se representan los acontecimientos históricos está relacionado con el uso generalizado de técnicas espectaculares y la industrialización de los sentimientos a través del entretenimiento desde la Segunda Guerra Mundial. Esto ha llevado a una estetización del relato histórico, donde las industrias del entretenimiento manipulan la narrativa para transmitir ciertas ideas o ideales. Esta fusión de lo ficticio y lo siniestro crea una realidad retroactiva que altera la percepción del pasado.

Además, se cuestiona la veracidad de los testimonios de eventos traumáticos o sin registros históricos. A menudo, lo que es demasiado aterrador para ser expresado verbalmente se evita, pero es crucial que se enuncie de alguna manera para evitar la censura de los crímenes perpetrados por los vencedores.

El testimonio, como el proporcionado por Primo Levi o Viktor Frankl, otorga validez y realidad a la capacidad de narrar experiencias históricas que no están documentadas en los libros de historia. A diferencia de los medios hegemónicos que pueden manipular la percepción histórica, el testimonio no puede borrar las huellas traumáticas en aquellos que lo proporcionan. El testimonio, aunque subjetivo, permite visibilizar aspectos de los hechos históricos, aunque no capturen su totalidad. Desde esta perspectiva, los relatos históricos son dimensiones testimoniales que incorporan técnicas de archivo y elementos ficcionales. Puede no ser multidimensional ni expresar la totalidad de un hecho histórico, pero ¿puede algo realmente expresar esa totalidad? ¿O, más bien, todo hecho histórico, todo relato, no es más que el conjunto de los fragmentos que han sido encontrados y el resto es pura ficcionalidad? 

En "El texto histórico como artefacto literario", Hayden White examina cómo Hollywood distorsiona hechos históricos para crear relatos simplificados destinados al entretenimiento o para promover agendas específicas. White advierte sobre el riesgo de la estetización de los acontecimientos históricos, donde se corre el peligro de convertirlos en meros espectáculos ficticios, despojados de su autenticidad y contexto original. Sugiere que estas representaciones espectralizadas y fetichizadas pueden ser contrarrestadas mediante técnicas psicopatológicas en la escritura histórica, tales como deformaciones, disociaciones y fragmentaciones, que desafíen las convenciones narrativas tradicionales y desmitifiquen los acontecimientos. El objetivo es desafiar la noción de una única verdad histórica y desmantelar los clichés que perpetúan ciertas narrativas dominantes sobre el pasado.

No se trata de clasificar los relatos históricos como verdaderos o falsos, sino de reconocer que pueden contener elementos reales, ficticios y siniestros que los hacen atractivos y capaces de evocar empatía y sufrimiento. Estas narrativas alimentan la industria del entretenimiento y sustentan la estructura social. Los eventos históricos traumáticos tienen un poder especial para movilizar la empatía y la identificación, especialmente en tiempos de crisis.

La industria de Hollywood a menudo distorsiona los hechos históricos en aras del entretenimiento, pero los eventos en sí siguen siendo centrales en las narrativas. Sin embargo, ¿representan realmente lo más importante de un evento, o es esto parte de una estrategia política de control? Mientras películas muestran el desastre de los ataques a las Torres Gemelas, la respuesta militar estadounidense a menudo queda fuera del foco público hasta que filtraciones revelan la realidad. Esto sugiere que el espectáculo a menudo moldea los relatos según conveniencia política.

Son muchos los debates inacabados que se abren, ciertamente, con el tema de este ensayo, pero de todas formas las premisas iniciales se mantienen: la historia es el realidad los relatos de un acontecimiento, que, para sortear todas las lagunas y vacíos, todas las ausencias, se sostiene en la ficción, y se difunde debido a la carga traumática transhistórica. La historia, más allá del mero acontecimiento o del relato, está más plagada de ausencia y de trauma que de archivo. Contemplarlo desde este lugar instala una cuestión más importante que el binarismo verdadero/falso: la descentralización del acontecimiento, y la perspectiva de múltiples acontecimientos que sostienen una realidad metahistórica.

Flight III. Willy Tirr (1983).

 

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Pamela, persona que cruza las tres décadas y que habita una corporalidad discapacitada, es docente de filosofía, diplomada en mediación cultural y estética situada, y ha publicado libros junto a Adynata ediciones y SyC. Igualmente, se dedica a la poesía (escrita y la videopoesía), y sus áreas de interés, experimentación y divulgación fluyen entre el capitalismo, la biopolítica, el psicoanálisis, las potencias de la ausencia y la muerte, y las distopías del futuro que ya está aquí. Enfocada en la filosofía continental y la creación conceptual para investigar, interpretar y transformar la “realidad” que se nos impone.