Por Rocío Nicolaci
Deberíamos aprender de las plantas
que cuando la luz se debilita
y empiezan a envejecer
con extrema voluntad y delicadeza
renuncian a sí mismas
a su alimento
a su respiración.
Cierran el canal entre el tallo y la rama
sin dejar la herida abierta
construyen
de manera lenta y premeditada
una capa dulce
que corta en limpio
cada una de sus hojas
Dejan caer
una llovizna silenciosa
de verdades piedra y barro
Aceptan lo inexorable
dignas y majestuosas.
Dejan caer unas sobre otras
sus propias deidades
esperan con calma
y sin culpa
que las quiebre el aire
o el tiempo.
Sus tallos mutilados
callan
disminuyen su actividad,
su llanto,
su respiración
esperan
de pie
conservan en silencio su energía
ilustres
generosos
más tarde
más temprano
volverán a florecer.
María se esfuerza demasiado
se esfuerza demasiado
en alabar al señor
en ayudar a otros a ver su grandeza
María reside atrapada
en el fervoroso plan
de su padre
de su amante
su fervoroso plan
de reconciliación con el mundo
Escogida por encima
de todas las mujeres
de la creación
Labra un hijo
inmaculada
se coloca como intermediaria
carga el peso de la humanidad
sobre sus hombros
Suplica
que los méritos de su fruto
no desarmen sus poderes
Se esfuerza demasiado
para romperse en ave
Aún así
la más grande
de todas las mujeres
se conforma
con un soplo
que envuelve su cuello
que reza por ella
en silencio
El señor es contigo.
Podrías caber en un frasquito de burbujas
yo, podría soplar
soplarte
dosificar mi respiración
moldearla con paciencia
esa forma de la serenidad
que siempre me quisiste enseñar
y yo no pude aprender
hasta que tuve que salir a buscarte
en el puesto de diarios
abajo de mi casa
donde un buen hombre
vende de manera inocente
entre todos las noticias negras del día
frasquitos con agua y jabón
llenos de vos y de tantos otros.
Debería ser cuidadosa
para no exhalarte
en diez o veinte círculos traslúcidos
que te separen en moléculas
para que emerjas mayúsculo
en tu tensión superficial
elevándote delicado y poderoso
ante mí
sostenido y alimentado
de tu calor interno
y de mi brisa persuasiva
y aún así
yo tampoco aprendería,
aunque ejercitando
el hábito de la mesura,
te volverías frío
y reventarías
reventarías hasta la ausencia.
Deja caer un pájaro de la boca
desgarrado sangra
tieso
frío
quién es
el que rueda
huérfano de humanidad.
eso ya no importa
porque ni él,
ni yo
ni los pájaros
vamos a construir nunca
una casa de madera.
Piati qui (Platos aquí)
El día de feria
acomodó sus enlozados
en una mesa de hierro
con un reborde
sinuoso.
Los acomodó como si hubiera escrito palabras en una invitación.
En el centro un ramo de flores rosado,
platos de postre
una taza boca abajo
para el invitado que no va a llegar
una taza boca arriba
para el invitado que espera
algunas tazas apiladas en una caja abierta
para el invitado al que piensa, pero no espera y no llega nunca.
Ningún comprador se anima a interrumpir la escena.
La tarde guarda para su mesa una luz débil el
rayo último de sol.
El enlozado resiste y evita el óxido,
es el recubrimiento perfecto para las cosas
que se pretenden conservar.
Es verano
El techo plateado galáctico quema
No hay muchos lugares donde permanecer a salvo.
A la sombra de nuestro propio satélite
cilíndrico transpiramos, compartimos el
mate, el mate galáctico.
En un esquina de la
pared alcanzo un
brotecito verde.
Digo: ¡Hay vida en Marte!
Decís: hace dos años que visitás el techo galáctico y repetís lo mismo.
Me hablás de las rajaduras y las grietas que pueden alojar alguna
semillita que arrastra el viento o que suelta un pájaro.
Yo, quisiera sólo
irrumpir con alguna primicia esta inercia roja.
Que rompa con tu manera de ejercer siempre
las leyes de las ciencias exactas.
Pero nunca fue, ni es fácil
cautivarte ni siquiera cuando hace
calor la tierra quema
y se parece al incendio de algún
meteorito que impacta con nuestra
galaxia plana.
Transpiro y
respondo:
-tiene lógica.
El techo galáctico se vuelve una membrana sucia y agrietada.
El espacio es tan grande
Y yo estoy harta de querer cazarte.
Rigor mortis
Irse de un cuerpo
como quien abandona una casa
Por lo general una buena mudanza
Requiere de un buen plan
Todas aquellas cosas
que fuiste embalando con el tiempo
La ropa, los libros
Los tornillos y las piezas pequeñas en bolsitas
Se espesan y se coagulan
como la sangre cuando deja de circular
Todo lo que envolviste con mantas y sábanas viejas
para protegerlo
De su propia fragilidad
Se endurece
Hasta romperse
Así también
Los hacen tus párpados
Tu mandibula
Tu cuello
Tus brazos
tus piernas
La casa está vacía
Se acomoda por el peso de la gravedad
Da y toma
Otra naturaleza
Otro lugar
Ya del otro lado
Si mudarse significa irse
¿Por dónde empezar?
El sueño
Nos persigue una horda
de animales oscuros
y colmillos enormes
ansiosos
jadean
escupen
saliva negra
Delante
corremos nostros
como si nunca
como si todo
en el fragor de la huida
un presagio del descuido
me obliga
a perder tu rastro
encuentro una puerta
que se abre ante mi
y separa a las bestias
de los frágiles
no sé si es de entrada
o de salida
sin embargo la cierro con prisa
y desde el vidrio
te encuentro
cubierto en la maleza
agachado
sujetando tus piernas
con esa mirada
la mirada que siempre advierte
lo muy lejos que estás
ellos te alcanzan en el vacío
devoran tu carne
te engullen
ante mis ojos
Y yo salvaje
rasguño el cristal
que nos separa
y entre rugidos
era mentira
era mentira
que no quería verte
nunca más.
Scenery of Composition. Ki Chang HAN (2007)
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Rocío Nicolaci nació en Buenos Aires, en 1990. Docente, le pagan por despertar miradas de niños en las cuencas de sus ojos dormidos. Amante de sostener tazas de té en invierno, los workshops de un día, las galletitas fauna. Una vez por semana abre el libro Agua Viva de Lispector, en cualquier página, para sostener el equilibrio del mundo. Además, escribe, borra y escribe.