Por Marcelo Quinteros Fuentes

En El libro de las semejanzas (2015), la poeta brasileña Ana Martins Marques escribe: “siempre me han gustado los libros/ titulados poemas reunidos/ por la idea de fiesta o de kermés/ como si los poemas se encontraran”. Ciertamente, la experiencia de leer un poemario no solo como texto sino también como libro, como objeto independiente es diferente a la de leerlo dentro una obra reunida, situado junto a otros libros que, antecesores o sucesores materialmente inmediatos, dialogan con él y le ofrecen una secuencia, una trayectoria otra a su discurso, a sus idas y venidas, como dice Barthes. Estos tomos, en cierta forma, vuelven más identificable la voz autoral que se desplaza en y desde ¿una? obra y nos permiten leer las renovaciones de su lenguaje y sus emplazamientos hacia otros lugares de la escritura. En este sentido, la publicación de Indócil (Ediciones Libros del Cardo, 2023), que compila la obra poética de Eugenia Brito, viene no sólo a reconocer la relevancia de una autora fundamental en la poesía andina, sino también a constatar encuentros entre poemas, entre voces plegadas por el cambio de página en que se despliegan, a su vez, las urgencias políticas y la reflexión sobre el rol de la escritura –y, más radicalmente, de la escritura de mujeres– en las últimas cinco décadas en la historia de Chile (Vía Pública, el primer título de la autora, data de 1984, pero su creación comenzó nueve años antes), no porque el poema tenga voluntad historiográfica ni mucho menos porque su existencia esté supeditada a algún deber de este o cualquier otro tipo, sino más bien porque su lenguaje abre fisuras, tensiona la relación entre las palabras y las cosas y, con ello, entre la experiencia y lo que somos capaces de decir de la experiencia.

La edición del libro está a cargo de la poeta Gladys González, quien en la contratapa, además, nos recuerda otra de las facetas relevantes de Eugenia Brito en su labor artística e intelectual: la publicación en 1990 de su libro de crítica literaria Campos Minados. Literatura Post Golpe en Chile, que la convirtió, señala la editora, en la primera crítica literaria en el contexto postdictatorial, lo que por lo demás da cuenta de las urgencias que agilizan la escritura de la autora. Asimismo, Brito se ha desempeñado como académica, ensayista y crítica de arte. También participó, junto a escritoras como Diamela Eltit, Carmen Berenguer y Nelly Richard, entre otras, en la organización del histórico Congreso Internacional de Literatura Femenina Latinoamericana, que tuvo lugar en la capital de Chile el año 1987, en pleno régimen militar, y que marca un hito dentro y fuera de los espacios de producción literaria de mujeres en nuestra región. 

Se está, de esta forma, frente al libro de una poeta consciente de los contextos y espacios que habita, en los que se sitúa para hablar, para descubrir un habla no sobre, sino desde. Sin ir más lejos, durante la década de 1980 publicó sus dos primeros libros, Vía Pública (1984) y Filiaciones (1986) que, si bien autónomos el uno del otro, contienen ciertos tópicos –sostenidos, por lo demás, a lo largo de toda la obra de Eugenia Brito– que permiten leer una continuidad en relación, también, con su contexto de producción. Aparecen, así, la figura y el cuerpo de la madre, de la matria que gesta el origen de la hablante lírica y su lenguaje y, con esto, la constitución de una subjetividad femenina que, entre otras cosas, dialoga con textos bíblicos y con la violencia política que la asedia: “yo era sólo una de ellas./ Como tú conocí el placer del sacrificio/ el horror del milagro./ Era sólo una de ellas/ Ahora soy todas”. Cuerpo, entonces, colectivo que se agencia con la escritura y también –en una preocupación constante de la obra de Brito– con el paisaje urbano; la ciudad y su ciudadanía sitiada por el horror: “por eso fueron huérfanos todos los materiales que esta ciudadanía llamó su construcción. Por eso la mortaja. Y por eso el velo. Hasta mi propia vida fue violada”.

 

Indócil. Poesía reunida 1984-2021. Eugenia Brito. Ediciones Libros del Cardo.

 

En esta línea, en el año 1991 fue publicado Emplazamientos, el tercer poemario de Brito, cuyo título puede remitir al concepto empleado por Michel Foucault el año 1967 en su conferencia “Los espacios otros” (publicada recién en 1984), donde el autor reflexiona sobre la forma de habitar los espacios en la segunda mitad del siglo XX, la que estaría dictaminada por las relaciones de emplazamientos, es decir, la de los elementos que ocupan el espacio (los árboles, las estatuas, los parques, etc.), siendo –para– el humano no solo un problema demográfico sino también de relaciones de vecindad, de la forma en que se ubican o expulsan determinados elementos humanos. Un ejemplo para esto, y con el afán de difuminar las fronteras que contiene toda obra reunida, podría ser el metro de Santiago y su maquinaria (de transporte, de vigilancia, de comercio), que es el tema principal de la sección “Caligrafías residuales” del poemario anterior. 

Volviendo, sin embargo, a Emplazamientos, se halla un poemario que piensa en torno a su escritura, emergente desde lo americano con las complejidades políticas, históricas y lingüísticas que esto implica: “América duerme enteramente recostada en mi lengua”, primer verso, primera declaración para abrir los blancos de la página a los desplazamientos –“el desplazamiento final de su hendidura”– erráticos de la hablante que redireccionan su mirada a través del texto, de las calles y del cuerpo en cuyos intersticios, en cuyas fallas se inscribe su silabario. Lenguajes todos de los que es emplazada y exhortada a la recursividad de mirar hacia atrás, a hablar contra el olvido desde una poética que comprende en su carácter marginal no una nulidad sino una potencia que “alza su cuerpo en el extremo inferior de su silencio”.

Cauce similar se encuentra en Dónde vas, su siguiente poemario publicado en 1998, libro que, en torno a las figuras y discursos de la Esfinge, las Tres Marías y la propia voz lírica, repiensa la historia y el territorio del continente americano y de Chile para labrar una genealogía herida y hablada por mujeres: “es duro ser archivo y desde allí agregarse/ al nombre de las esclavas, de las mujeres/ que carecen de patria/ De las mujeres que carecen de patria y que juraron/ golpear las puertas de los templos antiguos”.

Luego, en la primera década del presente milenio, Brito publicó los poemarios Extraña permanencia (2004) y Oficio de vivir (2008). En el primero de estos, la escritura de la poeta, que desde su primer libro prestó particular atención por las formas del poema y su organización en la página, se torna aún más experimental e híbrida, transitando entre lenguajes poéticos, narrativos y dramáticos, esto último mediante registros dialógicos y corales. En estos cruces, y a exactas dos décadas del lanzamiento de Vía Pública, los temas centrales continúan congregándose en la ciudad y el cuerpo como espacios políticos y de escritura que emana de las grietas, de las heridas para buscarse a sí mismos entre el anonadamiento y el anonimato, para ensayar “la otra ruta, inversa y múltiple” de almas en pena que deambulan por calles que no han sacado de sí el olor a sangre, como indica el primer texto del conjunto. Esto, por lo demás, teje cierta similitud con Oficio de vivir, que comienza también con la propuesta de un tránsito que, aunque aún relacionado con el de la vía pública, se vuelca más radicalmente hacia la sujeto –también presente, en cualquier caso, en los libros anteriores–: “hundir el brazo en el acero, hasta encontrar el hueso,/ violáceo. En sus astillas, el rojo labio se abre”. Y en estos desplazamientos en que la poesía se vuelve decididamente corporal, la poeta nos ofrece una clave que atraviesa, tal vez, toda su obra poética, en el momento en que rechaza un “ser mujer”, una esencia, para proponer, en cambio, un acontecimiento que, por no tener un habla, debe hacérsela lo mismo que un cuerpo: “sin habla, sin saber, sola/ acontece mujer, la que abre rumor, desde la celeste hora de los grillos”. En A contrapelo (2012), por su parte, hablando sobre el espacio urbano y la violencia política y sexual que se despliega en él, este habla antes mencionado queda representado en la figura de la Piedra de la Roseta –con una ‘t’ menos–: “su horror era su modo de lenguaje”.

Así, se llega al último título publicado por Eugenia Brito: Veinte Pájaros, que data del 2021. En este conjunto, la poeta trabaja el tema de la violencia del modelo económico-político –el Chile Actual como imagen del Chile dictatorial, al decir de Moulian– afecta a cuerpos, ahora, animales: “la ecuación del arte atrajo la guerra/ cuando preparaban la caza/ el nido tembló, cayeron los polluelos/ oh, cómo tembló el nido”. A partir de la inmersión de esta figura, la autora vuelve a visitar las grandes preocupaciones de su obra en torno al territorio andino, al que, asegura, “no vendrá el perdón de las aves/ ni el perdón de la hoja que cae/ ni el de los niños asesinados/ en la dura maternidad de esta zona de fallos”. No obstante, continúan volando, cayendo y muriendo asesinados. Continúa habiendo nidos ausentes y aves migratorias que vuelven a habitar el territorio, a comunicarse con la hablante que, en su búsqueda y ensayo del habla, se constituyó una voz pájara.

Así, si bien en este texto se han atendido temáticas generales de la obra de Eugenia Brito, Indócil es la constatación de un lenguaje urgente e irreductible. Su cuerpo textual –hacer el cuerpo del poema con el cuerpo, proponía Pizarnik– no es un cuerpo fisurado sino un cuerpo constituido por fisuras, por fragmentos de los que emergen volcánicamente los y las desaparecidas, exiliadas y torturadas; un cuerpo en donde se espejan los horrores de la colonia, la dictadura y la postdictadura no para homologarlos sino más bien para constatar una herida que no deja de sangrar, de doler. Horror que para ser hablado desde los márgenes, como hace Eugenia Brito, precisa indocilidad de la palabra, un cierto desfondamiento para abrir nuevos significados, nuevas escrituras. Pero emerge, también, un discurso amoroso. Uno herido pero no aniquilado, una suerte de esperanza concluyente que se sostiene en la existencia material de la escritura, ya sea que exige el cuerpo sobre el blanco o la del aleteo de las aves.

 

Eugenia Brito en la FILSA 2017

 

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Marcelo Quinteros Fuentes es estudiante de la Licenciatura en Lingüística y Literatura Hispánica en la Universidad de Chile. Forma parte del equipo editorial de Revista Phantasma, donde se encuentra a cargo de la sección de poesía. Fue becario del taller de poesía impartido por la Fundación Pablo Neruda durante el 2023.

Eugenia Brito Astrosa, (Santiago, Chile, 1949). Doctora en Literatura Chilena e Hispanoamericana por la U. de Chile; Master of Arts por la Universidad de Pittsburgh, USA. y Licenciada en Literatura por la U. de Chile. Ha escrito los siguientes libros de poesía, Vía Pública, Ed. Universitaria, 1984, Filiaciones, Ed. Van. Sa, 1986, Emplazamientos, Ed. Cuarto Propio 1992; Dónde Vas, Ed. Cuarto Propio, 1998; Extraña Permanencia, Sgto., Cuarto Propio, Sgto. Ed. Cuarto Propio, 2004; Oficio de Vivir, Sgto. Cuarto Propio, 2008; A Contrapelo, Sgto. Ed. Cuadro de Tiza. 2011. Es autora de los siguientes ensayos: Una milla de cruces sobre el pavimento, (con Diamela Eltit), Sgto. 1978; Campos Minados, Literatura Post Golpe en Chile, Sgto. Cuarto Propio, 1990, Sergio Castillo, (análisis de sus esculturas), Ed. Universitaria, 1998 y Ficciones de Muro, (lecturas de Brunet, Donoso, Eltit), Cuarto Propio, 2013. Recibió la Beca Guggenheim en 1989. Ha obtenido el Premio Municipal de Poesía en Sgto. por su libro Emplazamientos y el Premio de la Crítica de la U. de Chile por el mismo libro.