Por Álvaro García Hernández
Rostros de maderas
rompen olas en su raíz de arena
como si navegar fuera el principio
de un trompo de sus mejillas
mientras pintan de amarillo
las escamas de los peces
viven en una pileta
esquivan monedas
el deseo
guían el giro para ganar cada vez
que destierran a uno de nosotros
frente al valle
tatúan su acampado
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Las visitas hunden
sus margaritas en los dibujos a la pared
de piel roída agotan el tiempo
en la boca de pacientes
qué emplean cortes punta romana y salivan
como abuelos fundidos en los mesones
con el rumor de los nietos
se van untando en la maleza
apilan monedas
para cigarros que no existen
puentes de jardines alertan estaciones mi camarote
hierro al piso sin irme con ustedes
cabe en vasos nuestras cabezas
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Dos cuchillas en simultáneo
movimiento sepia corta su sombra
las vísceras de uno forman
una escama
que repta y atraviesa el pulmón
o nuestro pulmón
el trayecto carece de dientes
que muerdan el torso
la puerta en el segundo piso
que no lleva a ninguna parte
una pista de retorno a casa
ya es lodo recazo
al bisel su infinito
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Asonada en tierra blanda sombra
grita al muro rebeldía su ausencia
los caminos son niños corriendo
suena una flauta equilibrada sobre los candados
ahora
se abren
los botones incrustados al hierro
vestido el óxido o lanzado a las fronteras
ocultos en la espuma si golpea los bordes
si hay fondo al mar con sangre y ojos
si produjese dinamita o más huesos en la tormenta
flotaríamos hacia una flor
sin raíz
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Cerca de una tripa
cae raspada por los respiraderos su
movimiento intestino aprieta los dientes del sueño
no puedo detenerla con mis ventanas
y cada relajante muscular es una falta
hay sol al fondo del pozo
trata de hablarme
entre cada goce de rapidez
se sacude esta tripa con alguien
dentro de los controles al comienzo de su frente
no alcanza
su cola nunca
ruge o traduce el hambre del lugar
hay un muerto qué la rueda insiste suyo
desafía al gallo y no puedo superar su ojo
entonces voy bien
puedo dejar el corazón salirse de la boca
dentro de las alarmas
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Visorio cordel de mi calle
aterida colgada la cuerina de un joven
descalzo me preguntan la advertencia
¿podemos pasar? no encuentro
por qué no o tus encías relevan
al cerdo de perfil abierto a correr
donde compran bronce y venden gravilla
correr hasta la pampa de Santa Marta
y quedarnos sedientos y gritar por entremedio
de los dientes
caminar entre los ambulantes y vender
nuestras ropas o el único animal
que nos queda y a él
ocultarle la boca
podríamos taparle su fábula llenarlo de países
ofertarlo para no correr jamás
Gun Slinging Kids. Grey Villet (1956)
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Álvaro García Hernández (Coquimbo, 1994). Poeta, librero. Magíster en Historia de América Latina por la Universidad de Humanismo Cristiano. En 2018 publicó Percusión al borde del torso por Armatia Ediciones. Becario del taller de poesía de la fundación Pablo Neruda (2022). Ha publicado el plaquette Cantera de áridos (2021) con Traza Editorial.