Polifemo (1917)
Traducción de Francisco Acosta Joerges
Hace ya tres años que vivimos
en tu cueva,
cueva de las sombras, del horror, de la expectativa terrible,
Polifemo,
tú, hambriento eterno, gigante devorador de hombres,
tu único ojo
pétreo, acerado, sin pestañas
que no conoce lágrimas.
Día tras día
tu mano dura y velluda
se cierne sobre nuestras filas,
palpa, toca, tantea nuestros miembros trémulos,
desgarra
amigos de amigos,
hermanos de hermanos,
estrella
cráneos y sesos, llenos de amor y cálidos pensamientos,
cuerpos y frentes incandescentes por la simiente y la dulzura
de la vida,
contra las rocas del destino,
sorbe con voracidad
tu ancha y abultada boca animal
la carne sagrada
de los divinos hombres.
Encogidos como animales,
temblando en la oscuridad
de la cueva sangrienta,
nos sentamos cada noche y nos preguntamos con ojos esclavos:
¿Cuándo tú? ¿Cuándo yo? ¿Cuándo caerá el último
de los divinos hombres
en la panza,
que crece eterna,
de esta bestia henchida e insensata?
Nuestras mejillas
están marchitas
por las lágrimas vertidas,
nuestros ojos
ensombrecidos por la mirada incesante de la humillación.
Un anillo de hierro
oprime nuestra garganta,
que alguna vez alabó la belleza del mundo.
No podemos hablar,
solo podemos gemir.
Como pájaros en la tormenta,
con las plumas erizadas,
nos acurrucamos
y nos damos calor
unos a otros,
pero apretamos los puños
hasta que la sangre mane roja de las uñas.
Pero él,
embriagado de sangre,
insolente en el mástil
de los sagrados hombres,
se estira enorme
sobre la Tierra eterna,
desde la mañana hasta el mediodía
se tiende
devastando los campos,
desgajando los bosques,
derribando las ciudades,
el destructor de hombres,
y ríe
con el ojo frío, sin lágrimas,
apuntando al cielo,
donde los dioses, esos somnolientos, duermen y duermen.
¡Pero ten cuidado, Polifemo!
El fuego de la venganza
en nuestras almas
arde en secreto.
El aliento de los muertos las aviva hasta las brasas.
¡De noche tallamos la estaca,
la estaca para tu ojo
duro, frío, ese que no tiene lágrimas!
¡Ten cuidado, ten cuidado, Polifemo,
ya afilamos
su punta en el fuego!
Come, bebe, traga hasta la saciedad,
Polifemo,
porque cuando sueñes con festines eternos,
te clavaremos la noche en la frente,
y desde la cueva del horror y sangre,
nosotros, hermanos de los pueblos, hermanos de los tiempos,
caminaremos sobre tu cadáver pestilente
hacia los cielos eternos del mundo.
Polyphem (1917)
Stefan Zweig
Drei Jahre schon leben wir
In deiner Höhle,
Höhle des Dunkels, des Grauens und böser Erwartung,
Polyphem,
Du ewig hungriger, menschenfressender Riese,
Dessen Auge
Starr, stählern und wimpernlos
Die selige Träne nicht kennt.
Tag für Tag
Greift deine harte haarige Hand
In unsere Reihen,
Fühlt, betastet und wägt unsre schauernden Glieder,
Reißt
Freunde von Freunden,
Bruder von Brüdern,
Schlägt
Schädel und Hirne, gefüllt mit Liebe und warmen Gedanken,
Körper und Stirnen, durchglüht von Samen und Süße
des Lebens,
Gegen die Felsen des Schicksals,
Und gierig schlürft
Dein breites, wulstiges tierisches Maul
Das heilige Fleisch
Göttlicher Menschen.
Wie Tiere gedrängt
Schauernd im Dunkel
Der blutigen Höhle
Sitzen wir nachts und fragen uns an mit sklavischen Augen:
Wann du? Wann ich? Wann der letzte
Göttlicher Menschen
In den Wanst,
Den ewig sich weitenden,
Dieses aufgeblähten sinnlosen Tiers ?
Unsere Wangen
Sind mürb
Von vergossenen Tränen,
Unsere Augen
Verdunkelt vom täglichen Anblick der Schmach,
Ein eiserner Ring
Erdrückt unsere Kehle,
Die einstens lobsang die Schönheit der Welt.
Wir können nicht reden,
Wir können nur stöhnen.
Wie die Vögel im Sturm
Gesträubten Gefieders
Niedergeduckt
Wärmen wir uns
Einer am andern,
Aber wir ballen die Fäuste,
Daß das Blut uns rot aus den Nägeln springt.
Er aber,
Trunken von Blut,
Frech von der Mast
Heiliger Menschen,
Räkelt sich breit
Auf der ewigen Erde,
Vom Morgen bis Mittag
Liegt er hingestreckt,
Zermalmend die Äcker,
Zerberstend die Wälder,
Zerdrückend die Städte,
Der Menschenschlinger
Und lacht
Mit dem kalten Auge, dem tränenlosen
In die Himmel,
Wo die Götter, die schläfrigen, schlafen und schlafen.
Aber hüte dich, Polyphem!
Es brennen heimlich
Die Feuer der Rache
In unseren Seelen.
Der Atem der Toten facht sie zur Glut.
Schon schniieden
Wir nächtlich den Pfahl,
Den Pfahl für dein Auge,
Das harte, das kalte, das tränenlose!
Hüte dich, hüte dich, Polyphem,
Schon schärfen wir
Die Spitze im Feuer!
Friß nur, saufe, mäste dich an,
Polyphem,
Doch wenn du dann träumst vom ewigen Fräße,
Stoßen wir dir die Nacht in die Stirn,
Und aus der Höhle des Bluts und des Grauens
Schreiten
Wir, Brüder der Völker, Brüder der Zeiten,
Über deine stinkende Leiche
In die ewigen Himmel der Welt.
Polyphemus. Guido Reni (1639–1640).
Francisco Acosta Joerges (Santiago, 1991). Se graduó en la Universidad de Chile y en la Goethe-Universität Frankfurt am Main, Alemania. Su trabajo de traducción se ha centrado en producciones académicas. Su trabajo literario incluye traducciones de obras de Kleist, Zweig, Trakl y Hölderlin.