Por Antonella Paltrinieri Fissore
A mi tierra, asolada por décadas de ecocidio.
Lux Aeterna
Soñé que un río crecía debajo mío
miraba mis cosas mojadas flotar lentamente colina abajo.
No saber qué llevarme al hombro
no saber dónde encender un fuego,
el surco que el agua hacía en la tierra
pasaba por su huella primera.
Era de noche y era de día,
mis manos se hinchaban como la corteza de un árbol
como los pies de un ahogado.
Soñé que las piedras se elevaban sin gravedad,
esquirlas de tierra en todas partes
yo solo era de mí,
en mi piel rugosa.
El río era lo único real
la exigencia de la naturaleza
frente a todo lo otro que se desgrana.
No pude llevarme nada,
no había cuerpo donde guardarme.
Cuidar la cicatriz para que no se abra
Los pájaros sin nido, desorientados, cantan de noche
no hablan de otra cosa que no sea de su muerte o el exilio
los escucho tras la ventana,
no tengo nada para responderles con mi voz humana.
Ha llovido toda la noche y he escuchado llover con el oído pegado al río,
con las manos abiertas para recoger el agua
con la ilusión intacta de dártela en la boca.
Ha llovido con furia
las piedras cantaron su canción nocturna
sin embargo el mundo de nuevo en un despertar fragante.
Entiendo ahora las cosas en su calidad de recién nacidas,
revenidas y acunadas
traigo del monte flores que saben cómo estallar en luz
viven muy poco y son, a su modo, perfectas.
Te las ofrendo así,
con su simpleza salvaje,
un regalo tan fugaz como sincero.
Llorar el árbol que daba sombra a mi balcón
íntegramente seco ahora es tan solo un cadáver mustio,
viste la máscara deífica del más humano de los sentimientos.
Aprender de la mano invisible que dice alto,
porque por algo lo dice,
intentar salvar lo cotidiano regando lo que ya está muerto.
Me da miedo plantar un árbol nuevo,
cuidar la vida no es sencillo.
Quise manejarme en la línea de la justeza
decir,
pero en las palabras que me fueron dadas.
Quise ser humilde,
sin embargo la lengua me traicionó.
Omisión. Desamparo. Medicina.
Quise traerme de las cenizas engullido al viento,
como aspirar el alma de las cosas
violentar el ligamento del mundo,
la cadena de cristal que hace árbol al árbol,
al lado de su hermano
y solo por su cercanía.
Una hendidura en arcilla dice que
cada día es un día menos
y así es,
yo sigo negándome a faltarle el respeto a mi deseo.
Igual tantas veces declinar,
decir sí cuando quise decir no,
agachar la mollera ante sus verdades,
reventar el orgullo contra el piso
y erguirme en toda verticalidad para seguir de pie.
No he querido irme,
y a la vez,
cierta vejez pegada a la comisura de los labios,
un resabio.
Todos venimos de un exilio
Una corona que perdí y así me he salvado.
Corazón desbocado,
sin bridas,
sin montura
¿Qué animal podrá sostenerme?
Cota de malla que engarcé,
así no entrará más que el sutil veneno,
una flecha pequeña y precisa
merece seguir su camino.
Asincopar el látigo
que es el pulso,
jugar a que he muerto,
trazar un mapa en el suelo
para no olvidar los pasos que he dado.
Abrir los ojos y ver,
como un rayo,
de repente en la oscuridad,
hay luz.
Somos animales enfermos de lenguaje
hacemos con el verbo lo que podemos
descendemos la escalera al nicho que nos aguarda
susurramos a las flores cómo queremos nos cubran
elaboramos detalles en donde ponernos a salvo
amamos con el ímpetu de quien no conoce la muerte
pero sabe,
con ternura,
acariciarla.
Solo el cielo sabe de su ceguera
cuando las llamas suben,
cuando suben las llamas como brazos hambrientos
cuando la tierra no les satisface
cuando las aves han quedado tiesas,
estatuas pequeñas de miedo y ceniza
esparcidas por el monte como ofrendas sin destino.
Solo el cielo sabe de la impotencia humana,
del agua insuficiente cargada en el vientre mecánico
de la bestia aérea,
solo el cielo sabe que no lloverá esa noche
verá con su ojo tuerto avanzar el fuego
penetrar en los nidos y las madrigueras
lamer las tapias y los corrales
los lomos de los animales heridos.
A la ciudad llegan las cenizas,
una urna funeraria abierta,
remolinos secos traen partes
de lo que fuera alguna vez lo vivo,
se amontonan en las veredas
las ventanas
las manos,
flotan en el agua que bebemos.
Solo el cielo sabe que no termina ni empieza,
que no hay descanso posible,
solo él sabe del llanto de los niños y los viejos
de los bolsos armados en la huida del espanto.
Solo el cielo sabe de las manos que firman los acuerdos,
sellan los contratos de las hectáreas vendidas
del suelo que no puede absorber
ni sostener
ni hacer crecer de nuevo
porque no se lo permiten.
Lo único permitido es el negocio de la muerte,
la herida en el corazón de la montaña
el gozo de la inconsciencia
el exilio de los zorros comiendo de la basura.
Solo el cielo sabe que hoy me he despertado
y he escuchado el canto de un pájaro que no conozco,
me he quedado quieta en la cama
detenida en el movimiento como una estatua,
una ofrenda sin destino,
le he escuchado cantar sobre las crías perdidas
la tierra que era suya
el río extinto.
Este es,
este es el mundo y aquí vivimos.
Rizoma
Me he dormido con un sueño gris y soso,
porque cada día debe ser,
tiene que ser,
como el brillo de la fruta en su mejor momento
antes de ser cortada
aferrada, todavía, a su tierra.
La Gomera. Rufina Santana (2009).
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Antonella Paltrinieri Fissore es Poeta, Performer, Lic. en Letras Modernas (UNC) y Tec. en Corrección Literaria (UNC), docente nacional de nivel medio.
En el año 2017 publicó su plaqueta Summoning o conjuros para una noche que se avecina, por el Taller Perronautas; y en el 2022 su fanzine Datura Stramonium o una higuera para llegar al Infierno, por el Taller Inalmew. En el 2023 publicó su libro de poesía Mancias, por Halley Ediciones.
Obtuvo mención en el año 2014 en el IV Concurso Nacional de Poesía: “Taller Latinoamericano de Poesía Fundación Pablo Neruda” [FFyH (UNC) y FPN de Chile]. Fue mencionada nuevamente en el 2015 y algunos de sus poemas participaron de la antología conmemorativa de dicho Concurso, realizada por la Editorial de la FFYH.
Ha publicado en formato fanzine, plaqueta, en ediciones colaborativas, revistas analógicas y digitales en Argentina, Chile, México y España. Participó y participa activamente con su escritura en diversos espacios de Córdoba: desde la 33° y 35 Feria del Libro, hasta festivales, ciclos, ferias, slams y tertulias.
Desde el 2019 amplía su propuesta artística a través de la danza, la performance, el videoarte y el collage sonoro. Aborda sus acciones desde una perspectiva ritual en la que conjura una poética de lo liminal: (ni) palabra/movimiento, (ni) muerte/vida.