Por Vicente Serrano Muñoz
Según la académica Cheryll Glotfelt, en “Los estudios literarios en una era de crisis ambiental” (1996), si nuestro conocimiento del mundo estuviera limitado a las publicaciones literarias rápidamente advertiríamos problemáticas de raza, clase y género, pero tal vez nunca repararíamos en la crisis ecológica que se profundiza día a día. Ciertamente, este reclamo no va en demérito de las reivindicaciones elementales del debate contemporáneo (pues, como reza una frase atribuida al sindicalista y ambientalista Chico Mendes, un ambientalismo sin justicia social es sólo jardinería), sino a favor de un pensamiento que sepa integrarlas con una preocupación por los fundamentos de la vida en el planeta.
Tal es el punto de partida de la novela debut de Simón López Trujillo: una crítica en medio de la crisis; un humanismo que va más allá del privilegio de la especie responsable; un recordatorio de que la mano que oprime es la misma que erosiona, y de que la explotación del hombre y de la tierra son parte de un mismo continuo.
El vasto territorio toma por protagonistas a Pedro Marambio, trabajador maderero de Curanilahue, viudo y padre de Patricio y Catalina, y Giovanna Oddó, doctora en Micología que llega a la provincia como investigadora y consultora para Empresas Araucanas. Sus caminos (aunque separados en virtud de las diferencias de clase) están comunicados por un brote del hongo C. gattii en los monocultivos de eucalipto que dominan el territorio: mientras Giovanna verá en ello un contacto extremo entre el humano y la funga, para Pedro y sus coterráneos esto significará la exposición a la letal criptococosis.
No obstante, lejos de matarlo, la infección convertirá a Pedro en portavoz de otro plano de consciencia, lo Vasto, donde toda la vida comulga como las partes de un solo gran hongo: “Vastos seríamos un pozo feliz. Un grande modo, silueta derramada” (p. 66). La voz del personaje, de ostensibles resonancias filosóficas y literarias que van de Baruch Spinoza a Juan Rulfo, es la puerta de entrada hacia una dimensión que poco a poco va brotando, silenciosa y subterránea como la muerte en Comala. La catástrofe no tardará en emerger.
En esta obra de ficción especulativa, el misterioso reino Fungi es metáfora de una vitalidad alternativa a los excesos individualistas y explotadores del dominio humano. Esta figura no sólo está en la superficie temática, sino que se ramifica hacia la estructura narrativa: los sermones de Pedro el Vasto (según lo bautizan quienes lo toman como profeta), el cientificismo ingenuo de Giovanna, la agilidad de un narrador omnisciente que sigue el desamparo de Patricio y Catalina, y las notas al pie de una voz anónima que narra desde un futuro incierto, se interconectan en un micelio promiscuo por el que, no sin cierta resistencia, se desliza una trama fragmentada pero unitaria, tan imaginativa como desalentadora.
El vasto territorio. Simón López Trujillo. Caja negra editoria.
Pero la densidad temática y formal no opaca la crítica. La historia deja entrever las precarias condiciones de los trabajadores forestales, la pobreza del entorno social, la represión contra los habitantes originarios de la zona, y la resistencia local ante el matonaje empresarial, violencias que durante el último medio siglo no han cesado en el sur de Chile. Así lo prueban los nombres de Camilo Catrillanca, Alejandro Treuquil, Macarena Valdés, Nicolasa Quintremán, Matías Catrileo, y Rodrigo Cisterna (quien figura en la dedicatoria).
Por ejemplo, Patricio y Catalina, desprotegidos ante la enfermedad que su padre contrae en la faena, protagonizan un arco narrativo que replica el costo social de la industria extractivista. Por su parte, Empresas Araucanas es trasunto de aquellas compañías beneficiadas por la expropiación dictatorial de terrenos agrícolas, proceso que en la novela afecta al padre de Pedro: “Una noche de septiembre llegó un camión repleto de milicos, golpearon la puerta y sacaron al viejo afuera. Tenía que irse, le dijeron. Ese fundo ahora era propiedad de Empresas Araucanas” (p. 28). Tres generaciones tocadas por el mismo ciclo opresivo.
Sin restar peso a su contingencia histórica, la novela logra comunicar preocupaciones que van más allá de su objeto de representación. Primero, porque nos sugiere pensar en aquello que la industria forestal puede tener en común con otras formas de explotación, cuyas consecuencias específicas varían de región en región sin dejar de formar parte de un mismo problema. Segundo, porque al hacerlo nos obliga a posicionarnos en el conflicto, a tomarnos en serio los puentes entre la crisis social y la crisis ecológica, pues el destino de una es innegablemente el destino de la otra.
A este último respecto, es particularmente desalentadora la actitud de Giovanna, quien, al descubrir los atropellos de la empresa sobre la comunidad local, se pregunta: “¿Qué sabía ella de esa gente?, ¿qué tenían que importarle?” (p. 98). La científica alegoriza una razón instrumental, insensible al daño del hombre contra su especie y contra la tierra. Si un ecologismo sin justicia es sólo jardinería, un pensamiento sin consciencia social y ecológica es sólo gimnasia.
En suma, el debut novelístico de Simón López Trujillo consigue infectar audazmente la imaginación del lector, enfrentándolo desde la ficción a las consecuencias reales, sociales y naturales, del extractivismo y sus patrocinadores. Desde la fértil provincia de Ercilla al vasto territorio de López puede trazarse una hifa de violencia, explotación e injusticia, que se ha ramificado sobre nuestra existencia. ¿Qué haremos para descontaminarnos?
Mushrooms and pigeons. Felice Boselli (1710)