El presente artículo es parte de un estudio mayor sobre la reescritura histórica en novelas recientes que referencian la ciudad de Valdivia y que fue leído en las Jornadas Literarias de la Universidad de Los Lagos, en mayo del 2024.

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Cuando hablamos de Valdivia, se le reconoce como un lugar armónico para vivir; un modelo sustentable en base a la relación con la naturaleza. Siendo esta una fachada, porque las formas de socializar pertenecen a una rutina de pueblo, muy distintas a las que el progreso desea instalar. Digamos que se mantienen ritos y ceremonias normativas de la administración, pero en las poblaciones se repite la forma de vida tal como en otras localidades del sur profundo. Y, hablamos de zonas llenas de árboles donde va quedando alta presencia de la naturaleza y una incipiente gentrificación en torno a determinadas ciudades. 

Estas observaciones preliminares nace de la observación de discursos o clichés popularmente aceptados como “la llave del mar del sur” o “la perla del sur” y enunciaciones hegemónicas que sitúan a Valdivia como una de las mejores ciudades para vivir, según la Encuesta Barómetro de los años 2019, 2020, 2021. Sin embargo, pese a los cambios que está experimentando desde la firma de la nueva región en 2007, la percepción social no corresponde a la abundancia laboral según el estudio sobre la calidad de vida urbana (ICVU, 2022) que publicó la Pontificia Universidad Católica y que señala que la comuna evidencia la falta de trabajo y de oportunidades para hacer negocios. En términos de infraestructura, uno de los más relevantes era la ausencia de edificios con mayor altura que la Catedral hasta que llegó el casino (2009).

La literatura y los documentos que hacen referencia a la colonización alemana considerada como gran impulsora del desarrollo en el profundo sur y que está emplazada, en tanto discurso hegemónico en la educación chilena, arraigada en los museos y protegida patrimonialmente en el profundo sur. Así, sin contrapesos el análisis partió por registros de ficción contemporáneos que hiciera referencia a la ciudad lacustre y a su historia, con una visión crítica frente al embellecimiento que genera en quienes que asisten a dicha localidad en su calidad de turistas.

Es interesante las determinaciones del proceso colonizador de mediados del siglo XIX en las regiones de Los Lagos y Los Ríos. Los documentos históricos sitúan esta política estatal como una de las más exitosas que se llevaron a cabo y algunos, incluso podrían indicar de una gesta heroica, debido a que las condiciones climáticas de la zona son intempestivas pero favorables para la ganadería y el cultivo.

El padre Gabriel Guarda realiza una lectura a considerar: “la colonización no fue una moderna migración de desheredados de la fortuna provenientes de un país superpoblado, sino una selección de hombres de trabajo que no obstante su exiguo número, transformó en breves años la fisonomía de todo el sur” (68). Digamos más bien, que Carlos Anwandter era farmacéutico, empresario, diputado y alcalde liberal en Calau y como no encontraban espacios para sus ideas tras su participación en la revolución de 1848, vio con buenos ojos emigrar de los reinos de Prusia.

La confianza del mismo Anwandter en los diarios confirma que la administración chilena tuvo tolerancia con ellos y esperaba que el mismo Manuel Montt, quien fuera uno de los articuladores de este proceso, continúe apoyando cuando haya alcanzado la presidencia: “las autoridades del gobierno se ocuparon de nosotros con gran deferencia. En primer lugar, nos concedieron bajo condiciones favorables (...) garantizando veinte años exentos de impuestos y ayuda a los pobres con anticipos de dinero o de útiles de trabajo” (123). Así, los beneficios de poblar un lugar que destacaba por su escasa intervención humana y profusos bosques nativos permitía el progreso en toda la región.

Aquellas cartas que fueron publicadas en Alemania buscaban incentivar y difundir el proceso experimentado. Entonces, confecciona un catastro donde recomiendan lugares, tiendas y personas en los puertos para evitar los robos y aumento de precios parciales para las siguientes oleadas migratorias, no obstante, también describe las costumbres de vida de los chilenos e indígenas que encontró a su llegada.

Continuando con las afirmaciones de Gabriel Guarda, donde realiza un estudio lineal sobre el devenir de la ciudad desde antes de la fundación, la quema de la ciudad, el posterior abandono y recuperación de la misma. Asimismo, la entrada de Cochrane y la independencia de los territorios, lo que significó la pérdida de réditos económicos, ya que era la corona española quien sustentaba a las provincias. Desde conceptos materiales y de infraestructura, desde 1820 hasta la llegada de los colonos europeos, Valdivia no despegaba y estaba en franca decadencia: “Con la fusión de las dos razas se transmite a la custodia de las nuevas generaciones chileno germanas el cuidado de aquella vieja y rica herencia” (66). La celebración del historiador comprueba el desarrollo económico que prontamente adquirieron los valles y que se mantienen hasta hoy, tales como los bomberos, los colegios alemanes, los clubes de la unión, desarrollaron la arquitectura, la gastronomía, industrializaron los embutidos, las curtiembres, las textileras, las cervecerías y un largo etc.

En el campo cultural, Valdivia ha sido en gran medida fuente de inspiración para creaciones artísticas. En el caso de la música popular, de las canciones que hacen referencia a la ciudad y son parte del repertorio nacional del siglo XX, podemos señalar la tonada de Camino de Luna (1958) de Luis Aguirre Pinto fue escrita por encargo del diario El Correo de Valdivia y fue grabada por Ester Soré y el Cuarteto Llaima (1957) según fuentes de la página “Música Popular”, Valdivia en la niebla (1965) Patricio Manns, Lluvias del sur (1983) de Schwenke y Nilo, Valdivia (1987) de Tito Fernández, Regionalización (1988) de Sexual Democracia, Volveré a Valdivia (1998) de Eduardo Gatti.

Mientras que en literatura encontramos publicaciones que referencian Valdivia de manera y/o lateral: el libro de poemas Valdivia (2006) de Galo Ghigliotto (1977), la novela Campo de Tiro (2012) y la plaquette de Hualve (2021) de Leonardo Videla (1978), la novela Isla Queja (2022) de Daniela Senn (1986), ensayo-crónicas La magia del sur (2023) de Guido Arroyo (1986), las memorias literarias Rewind (2023) de Clemente Riedemann (1953), los poemas institucionales en Historia de Valdivia en octavas reales del Puerta Iraola (2023) de Roberto Matamala (1950), entre otros.

La cuestión indaga en la existencia de ejercicios literarios del siglo XXI que desmitifican y desconfían de la versión oficial sobre Valdivia, tensionando el escenario idealizado por parte de documentos historiográficos y aparentemente neutrales de la historia oficial. Así, como el diario de viaje de Carl Anwandter: Desde Hamburgo a Corral. Diario de Viaje a Bordo del Velero Hermann (1° edición 2001; 2° edición, 2021) y también, en el estudio del monje benedictino e historiador Gabriel Guarda Geywitz en Un Río y una Ciudad de Plata. Itinerario Histórico de Valdivia (1° edición 1965; 2da edición, 2023), ambos publicados por la editorial Universidad Austral de Chile recientemente.

 

Fotografía de Gonzalo Alves Coronado.

 

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Gonzalo Schwenke. Profesor de Lenguaje y Literatura con estudios especializados en Periodismo Cultural y Estéticas Americanas en U. de Chile y PUC. Crítico Literario focalizado en narrativa chilena y latinoamericana contemporánea en medios de prensa El Desconcierto, El Mostrador, The Clinic, Le Monde Diplomatique Chile, entre otras, y en Revistas especializadas en Chile y Argentina.