Por Patricia Águila
En esas fábricas
Dejamos las manos en esas fábricas
Manos llenas de frío
Manos hambrientas de infancia
Dejamos las manos en esas fábricas
no tenemos campos
no tenemos playas
Soló un bus, que día y noche pasa.
Las muchachas cierran a la carrera el silabario
Llevando el cuento del niño y las canicas a sus espaldas.
Dejamos las manos en esas fábricas
Son las tres de la mañana, toca la colación.
En los casilleros, las amigas esperan a las vecinas
Las hermanas buscan los zapatos de sus hermanas
Y ahí fuera, la noche y un par de estrellas
que mis amigas se detienen a contemplar
el casino, las risas.
Las rancheras rondan las mesas.
Voces rápidas cuentan historias de casas en Molulco,
Terao, Huicha, Rauco, Chonchi, Castro y LLicaldad.
Caminan en silencio por esos corredores, buscando la
mano vieja y áspera que los traiga devuelta a su hogar.
Dejamos las manos en esas fábricas.
Manos pequeñas, de niña y sal.
Terminada la jornada, los buses esperan.
Los cuerpos cansados de mis compañeras, se pierden
En sueños de una playa en Yaldad o los dedos sobre la
madera de la casa familiar
en los senderos que las abuelas descalzas trazaron para
que las nietas puedan regresar.
Mis manos descansan entrelazadas en los dedos
hinchados de mi compañera y despiertan
al sentir la voz de mi madre esperándome en el portón.
Se levanta el polvo
Grandes cajas pintadas de verde
Pasean por el barrio
Ostentando perlas falsas
En sus dientes
El chalo escupe la tierra
Las perras cubren a sus hijas
El negocio de pirata baja la reja
El silencio camufla las noches de invierno
Mientras jugar al escondido, resulta eterno
Los cabros de la otra población
Dicen que anoche mataron al vecino Pablo
La vereda ya no sería la misma
Una caja verde patrulla
Bajando por la cuesta “El Tejar”
Donde las mamás reconocen
Una casa, como la torre 10
Saltamos sobre un bote abandonado
Los de caja verde huelen igual que nosotras
¡Nos van a pillar! dijo la Mirella.
¡Es la perrera nomas cabros salgan! dijo Juan Alberto
Que de pelo muy corto se soplaba las manos
Y paseaba su índice por los fierros del portón
El frío tenía las calles a media escarcha
Un susurro de pies con suela de alquitrán
Se despedían
Recordando el cumpleaños de Pablo
Mañana por la tarde.
- ¡Juaannnn!, ¡Mirellaaaaaaaa!, ¡Tatannnn!
¡Juaannnnn!, ¡Mirella!, ¡Tatannnn!
¿No los ha visto usted vecino, Juan?
Mujeres trabajando en una fábrica de cigarros. Bedford Lemere and Company
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Patricia Águila (Chiloé, Chile, 1992). Publicó el año 2018 su primer poemario, Luciérnagas (Editorial Wayruro, La Serena), Cindy López en el año 2020 (Editorial Folil), con una segunda edición el año 2021 (Trizadura Ediciones) y una tercera edición el año 2022 (Editorial Histeria. Algunos de sus poemas se encuentran en el fanzine “Lava N°1” de la Editorial Relente (Osorno), en la revista “Sudras y Parias “(Lebu), en la revista digital Liberoamérica “Pétalos rebeldes: Poesía chilena contemporánea”, Revista “Mal de ojo” (Colombia), Ruido Manifiesto (Brasil) y en la revista Cardenal (México). Su trabajo en dramaturgia cuenta con seis obras escritas: “Cuerpos Embolsados” (2020), “De pandemia y otras vecinas” (2021), “Kalfü” (2022), “No todo lo que brilla es oro” (2022) y “¿Dónde están las flores?” (2023) y “La casa de las Márquez” (2023).