cuando salíamos a recorrer los peladeros veíamos alrededor siluetas, montes, rajaduras de la tierra. las partículas de poliéster volaban entre nosotros. nos obstinábamos en respirar

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entre dos territorios quedaba el material fragmentado. sin salir del todo a la superficie nos convertíamos en pequeños dragones, dábamos lugar al fuego que venía bajando. en los kilómetros de rocas interiores, al mirar las entrañas, ardía un gesto de ternura, un tronco viejísimo y restos de cuerpos que fueron lanzados alguna vez

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se quemaron los aullidos y luego el silencio, los pulmones secos, los ojos ardientes, la boca amarga, y del resto ya no llegaron noticias. se quemó el mismo fuego formando remolinos, y presenciamos su visita subterránea, extraña y familiar

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antes que se solidifiquen estas capas de ceniza, unos chicos nos han advertido de la huella estampada en el corazón de las cosas. en una pequeña hoja, más allá de las piletas embarradas y del hollín de sus muñecas, encuentran lenguas que sobreviven en la humedad del bosque

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rupturas de la corteza terrestre, variaciones de la temperatura, tránsitos entre cascadas de agua brillante. todo el vecindario con sus ventanas oscuras, evitando mirar de frente el relave

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memorias de un pasear por los álamos, de encontrar polvo de oro esparcido en el pasto. de gritos… piezas de juegos que duraban horas. frágiles intenciones de reconocer nuestros cuerpos, que nos aceleraban y paraban los pelos al ver el fondo de los órganos con ojos de amor

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y aunque flagrantes quienes se escondían, jamás fueron encontrados. traslúcidos, compuestos por trazos de cristales, refractaban nuestros juicios. se hacía espejo la lava con los cientos de años

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corrientes de calor, tactos piroclásticos. donde hubo basura, hoy calderas vacías. resuenan en ellas pasos, canciones, puertas cerrándose en la distancia

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extraños animales miran desde el cielo. ocultos en los nubarrones dejan correr el material fundido, aunque pudieran detenerlo

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como si no hubiera llamas cerca, un monstruo: el silbido de los muertos recuerda que el viento no deja de esparcirse en la colina

 

queda un pasaje río arriba

 

Slashing-and-burning in Eno. Into Konrad Inha.

 

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Por José Francisco González Peña.